Intento imaginar el universo adornado de criaturas
sin ninguna clase de
variedad de especie, tamaño, forma o color; en la cual las estrellas que hay
en el cielo, así como las plantas y los animales sean iguales; y los paisajes no estén
conformados de diversidad de criaturas que tanto lo embellecen y nos hagan
descubrir la grandeza de un
Dios que todo lo ha creado con y por amor, sin medir, discriminar, rechazar o clasificar en feo y
hermoso lo que hay en la
creación.
Me
pregunto una y otra vez, qué sería del músico, poeta y pintor; si la inspiración
fuera la misma para todos; si los pensamientos y sentimientos que le ayudan a crear no
tuvieran pluralidad; cantaríamos
todos una y otra vez las misma canción; las casas y museos colgarían un solo cuadro y la gente
declamaría ese único poema que
surgió…
Parece
absurdo lo que digo, muchos levantarán su voz reprochándome quizás lo nefasta
de mi reflexión; pero ¿Qué más podría decir cuando redescubro que habito en un mundo que
rechaza las diferencias, discrimina a personas por el simple hecho de no
poseer su misma apariencia,
credo, color o posición?
La
humanidad a todo le ha colocado precio y medida; los hombres y mujeres han
creado estándares de normalidad que todo lo limitan; han inventado el
concepto de lo feo y lo bello, para burlarse, clasificar, señalar, refutar, rotular;
atentando así contra la dignidad y el amor a si mismo y hacia los demás. Y
así, rechazan cualquier
limitación; sin darse cuenta que no existe criatura perfecta, que todos somos iguales ante los
ojos de Dios.
Por
eso hay muchos que lloran por el lunar que tienen de más, por el miembro u órgano
que les faltó, por la forma del dedo gordo del pie, porque la ropa no les horma igual, o
simplemente porque el color de
cabello y de ojos no es como lo anhelaban para ser aceptados en la sociedad; hay tantos que se
quieren morir porque no crecieron lo suficiente o no pueden caminar, o
quizás porque no entienden
las cosas con la misma facilidad. Para los padres se convierte en tragedia, castigo o maldición
el que uno de sus hijos nazca rompiendo esos patrones de normalidad; el
espejo es utilizado como
tortura propia o para intentar adivinar como nos ven los demás; se mueren de
hambre las jovencitas para ser modelos, se paga cuantiosa cantidad de dinero para operarse
y cambiar su fisonomía, simplemente porque no nos aceptamos como somos o
dependemos de la opinión
que otros tengan de nosotros.
Hay
quienes se suicidan cuando por un mal negocio pierden su posición social;
y nos matamos unos a otros al llenarnos de odio y resentimiento por los rechazos que se dan,
meramente porque no somos todos iguales y nuestras diferencias nos dan o nos
quitan valor ante los ojos
de la humanidad.
Qué
difícil es que todos logren entender que nuestra mayor riqueza está en la
variedad, que nadie existe por error, todos tenemos en el mundo un lugar y
una misión; la riqueza y belleza de la creación es la creatividad, porque no existen criaturas
iguales, todos los seres y las cosas son únicos e irrepetibles y poseen el
mismo valor.
¿Por
qué siendo los hombres y mujeres los seres más complejos y aproximados a la
perfección, somos precisamente los que medimos y cuantificamos todo, nos complicamos la vida
con superficialidades que no
nos dan nada pero sí nos quitan la felicidad y la paz interior? No discriminan las mariposas a
las que no tienen alas del mismo color, ni las vacas se deprimen porque están
gordas, ni el perro
chihuahua se siente menos porque es más pequeño que el labrador…¿Acaso
la razón y corazón en vez de ayudarnos a valorar, amar, ser feliz y agradecer; nos llevan a
rechazar, llorar, odiar, renegar y padecer?...
La
vida es el mayor regalo que nos dio Dios y para disfrutarla puso en nuestras manos
un universo rico en formas, especies, tamaños y color; los seres humanos somos su más
perfecta creación y en la variedad que existe en cada uno está precisamente
el toque de su perfección,
por tanto que podemos aportar, transformar, renovar, para así construir entre todos un mundo
cada vez mejor.