viernes, 21 de marzo de 2014

HISTORIA DE HÉRCULES



Heracles o HÉRCULES, es un héroe de la mitología griega. Era considerado hijo de Zeus y Alcmena, una reina mortal, hijo adoptivo de Anfitrión y bisnieto de Perseo por la línea materna.  Recibió al nacer el nombre de Alceo o Alcides, en honor a su abuelo Alceo; si bien esta misma palabra evoca la idea de fortaleza. Fue en su edad adulta cuando recibió el nombre con que se lo conoce, impuesto por Apolo, a través de la Pitia, para indicar su condición de servidor de la diosa Hera. En Roma, así como en Europa Occidental, es más conocido como Hércules y algunos emperadores romanos ―entre ellos Cómodo y Maximiano― se identificaron con su figura.  Las antiguas leyendas griegas cuentan que en un principio, probablemente hace unos 15.000 millones de años, fue el Caos. Con la explosión del átomo inicial Big-Bang se formó el crisol que permitió la expansión de la materia, y que ésta, al enfriarse, originó el Sistema Solar y las demás Galaxias. Mas, así como la agrupación de estos componentes dio origen a los Planetas y a la Tierra, escoltada por aquel entonces por varias Lunas, al igual que la mayoría de los Planetas. En el pensamiento griego parece haber dos aspectos en la concepción de Eros. En el primero es una deidad primordial que encarna no solo la fuerza del amor erótico sino también el impulso creativo de la siempre floreciente naturaleza, la Luz primigenia que es responsable de la creación y el orden de todas las cosas en el cosmos. En la Teogonía de Hesíodo, el más famoso de los mitos de creación griegos, Eros surgió tras el Caos primordial junto con Gea, la Tierra, también representada como Gaia, diosa de la Tierra en la mitología griega, así como el Tártaro, representando el Inframundo. De acuerdo con la obra de Aristófanes “Las aves”, Eros brotó de un huevo puesto por la Noche, quien lo había concebido con la Oscuridad. En los misterios eleusinos era adorado como Protógono, el ‘primero en nacer’.



Hecha la luz, Gaia empieza a engendrar sola, y lo primero que engendra es a Urano, personificación del cielo estrellado que cubre la Tierra como elemento fecundante. A continuación crea las Montañas y seguidamente a Pontos, el Mar en su personificación masculina. Fruto de la unión de Gaia con el fértil Urano nacen seis Titanes y seis Titánidas, señores de los planetas, personificaciones de los elementos primarios y fuerzas primigenias de la naturaleza, que convulsionaban la corteza terrestre y causaban enormes cataclismos, De ésta misma unión nacieron también los Hekatonquires gigantes de 100 manos y los Cíclopes de un solo ojo, maestros herreros y constructores. El Titán Japeto en unión con la oceánida Climene engendró al gigantesco Atlas, que gobernó un reino mayor que Asia y África juntas, con una costa muy escarpada y abrupta que se llamaba Atlántida y que se hallaba más allá de las Columnas de Hércules”. Según Platón, en sus “Diálogos”, sus pobladores, los atlantes, alcanzaron gran cultura y grado de civilización; canalizaron y cultivaron una gran llanura central, levantando grandes monumentos megalíticos en diferentes lugares de la Tierra, alrededor del Ecuador y siguiendo el paralelo 42, consiguiendo así equilibrar y controlar las fuerzas de atracción entre las dos lunas existentes por aquel entonces y la Tierra. Se sabe que existen líneas energéticas que recorren el globo terráqueo. Dichas líneas invisibles ya eran conocidas desde la más remota antigüedad y nuestros ancestros construían sus edificaciones en base a ellas. No es por casualidad que la mayoría de los lugares más sagrados de la humanidad, tales como monumentos megalíticos, pirámides, templos o catedrales,  están situados en zonas de fuerte actividad telúrica y alta concentración energética. Una de esas líneas‘mágicas‘es el paralelo 42, que une a lo largo de todo el mundo una serie de núcleos claves en la historia de las religiones. Esto lo afirma, entre otros, el escritor e investigador, Juan García Atienza, quien en su ‘Guía de la España Mágica’ dice lo siguiente: «Es la línea sobre la que, en cierto modo, se han creado los grandes movimientos religiosos de la Humanidad, desde el cristianismo -Roma está sobre esa línea- hasta el taoísmo. Sobre el paralelo 42 se encuentran Armenia y el monte Ararat. Sobre la misma línea están los montes Kuen Lun y el desierto del Gobi, los montes sagrados de la Hélade y la zona donde los mongoles y los tibetanos sitúan el Agharta».



Se considera que los atlantes dominaron la fuerza de la gravedad; se servían de grandes cristales para captar y transformar la energía cósmica y consiguieron salir al espacio exterior en naves espaciales. También construían hermosos palacios, puertos y templos. Según los egipcios, Poseidón era su dios, y sus hijos Anteo y Gerión, gigantes que más tarde mataría Hércules, gobernarían el occidente. Con el paso del tiempo esta raza de superhombres se volvió codiciosa y cruel, hacían la guerra constantemente con los pueblos de Egipto y Grecia. A consecuencia de estas guerras, se destruyeron varios de los monumentos megalíticos, inutilizando los dispositivos de control de la gravedad. El antiguo equilibrio conseguido fue roto y una de las dos lunas cayó sobre la Tierra. A causa del gran cataclismo, la Atlántida quedó dividida en varios trozos. El brutal golpe rompió la corteza terrestre, cambiando la inclinación de su eje y la configuración del planeta. Gran cantidad de vapor de agua se acumuló en la atmósfera, precipitándose en forma de lluvias torrenciales, por lo que la mayor parte de la Tierra se inundó. Los atenienses vencieron a los atlantes y destruyeron su poder. A continuación los dioses enviaron un diluvio que en un día y una noche sumergió todo el resto de la Atlántida. Los que se salvaron, una vez que bajaron las aguas, comenzaron civilizaciones nuevas y la humanidad tuvo que empezar desde el principio, tratando de buscar el modo de ponerse en contacto entre ellos y con su Casa Madre, al menos con los restos que quedaran en las zonas montañosas no inundadas. Se encontraron restos de arcas en las montañas más altas del mundo conocido; conservaron y guardaron los misterios de su civilización, reconstruyeron las rutas marinas y terrestres, volvieron a colocar menhires, fundaron ciudades, y legislaron. Eran seres especiales a los que llamaban “Constructores”.

A Hércules, conocido como Leontóthymos”, se le representaba cubierto con una piel de león entera, incluida la cabeza que le servía de casco. En el Olimpo se le coloca al lado de Hebe, a la que Zeus y Hera le dan por esposa, diosa de la. En la mitología griega, Hebe era la personificación de la juventud, descrita como hija de Zeus y Hera. Según la Ilíada, Hebe era la ayudante de los dioses: llenaba sus copas con néctar, ayuda a Hera a enganchar los caballos a su carro y bañaba y vestía a su hermano Ares. Según la Odisea, se casó con Heracles tras la apoteosis de éste, siendo sustituida en sus labores por el joven príncipe troyano Ganimedes. Sin embargo, tradiciones posteriores contaban que había sido madre con él de dos hijos, Alexiares y Aniceto. Era una divinidad con el poder de rejuvenecer a los ancianos, como hizo en una ocasión con Yolao por un día cuando éste iba a luchar con Euristeo, o de envejecer a los niños, como hizo con los hijos de Alcmeón, para que pudiesen vengar su muerte en manos de los hermanos de su primera esposa: Arsíone. En el arte solía ser representada llevando un vestido sin mangas. Fue adorada en Atenas, donde tenía un altar en el Cinosargo, cerca del de Heracles. Con el nombre de Ganimeda (femenino de Ganimedes) fue también adorada en una arboleda sagrada en Sición y Fliunte. Su equivalente en la mitología romana era Juventas, siendo tradición que los muchachos le ofrecieran una moneda cuando vestían por primera vez la toga de los adultos: la toga viril. Juventas fue adorada desde época muy temprana, pues su capilla en el Capitolio existía antes de que se construyese el templo de Júpiter. Otro templo de Juventas, situado en el Circo Máximo, fue jurado por el cónsul Marco Livio tras la derrota de Asdrúbal, en el 207 a. C., y consagrado 16 años después.

La “Eterna Juventud” es un misterio que Hércules persiguió durante toda su existencia. Y aunque sus primeras tareas son realizadas cerca de su territorio original, esta búsqueda le lleva hasta los confines del mundo conocido. Así, por el norte, llega hasta La Hiperbórea, región gobernada por el dios solar Apolo, con quien se enemista. Por el lejano oeste llega hasta Anthía, en busca del Jardín de las Hespérides. Luego desciende al reino subterráneo de Hades, en busca del Can Cerbero. En el tiempo que duraron sus trabajos, Hércules estuvo subordinado al rey Euristeo, al igual que su bisabuelo Perseo, que mató a la Medusa, estuvo al servicio de Polidektes, rey de la isla de Sérifos. En la mitología griega, Medusa ‘guardiana’ o ‘protectora’ era un monstruo atónico femenino, que convertía en piedra a aquellos que la miraban fijamente a los ojos. Fue decapitada por Perseo, quien después usó su cabeza como arma, hasta que se la dio a la diosa Atenea para que la pusiera en su escudo, la égida. Desde la antigüedad clásica, la imagen de la cabeza de Medusa aparece representada en el artilugio que aleja el mal conocido como Gorgoneion. Las tres hermanas gorgonas —Medusa, Esteno y Euríale— eran hijas de Forcis y Ceto, o a veces de Tifón y Equidna, en ambos casos monstruos atónicos del mundo arcaico. Esta genealogía la comparten sus otras hermanas, las Greas, como en el Prometeo liberado de Esquilo, quien ubica ambas trinidades muy lejos, en la «espantosa llanura de Cistene»: “No lejos, las alígeras hermanas,  con serpientes por cabellos, las gorgonas,  enemigas del hombre“. Aunque los artistas griegos antiguos imaginaban a Medusa y sus hermanas como seres nacidos con forma monstruosa, los escultores y pintores del siglo V empezaron a imaginarla como hermosa a la par que terrorífica. En una oda escrita en el 490 a. C. por Píndaro ya se habla de la «Medusa de bellas mejillas». En una versión posterior del mito, narrada por el poeta romano Ovidio, Medusa era originalmente una hermosa doncella y sacerdotisa del templo de Atenea. Pero cuando fue violada por el «Señor del Mar», Poseidón, en el mismo templo, la enfurecida diosa transformó el hermoso cabello de la joven en serpientes.


En la mayoría de las versiones de la historia, Medusa estaba embarazada de Poseidón cuando fue decapitada por el héroe Perseo mientras dormía. Perseo había sido enviado a buscar su cabeza por el rey Polidectes, de Sérifos. Con la ayuda de Atenea y Hermes, que le dio las sandalias aladas, el casco de invisibilidad de Hades, una espada y un escudo, el héroe fue a visitar las Grayas para que le dijeran donde se encontraba la cueva de las gorgonas. Finalmente Perseo cumplió su misión. El héroe mató a Medusa acercándose a ella sin mirarla directamente sino observando el reflejo de la gorgona en el escudo para evitar quedar petrificado. Su mano iba siendo guiada por Atenea y así cortó su cabeza. Del cuello brotó su descendencia: el caballo alado Pegaso y el gigante Crisaor. La escritora inglesa Jane Ellen Harrison argumenta que «su potencia sólo comienza cuando su cabeza es cortada, y aquella potencia reside en la cabeza; es en una palabra una máscara con un cuerpo más tarde añadido… la base del Gorgoneion es un objeto de culto, una máscara ritual incomprendida». En la Odisea, Homero no menciona específicamente a la gorgona Medusa: “el pálido terror se apoderó de mí, temiendo que la ilustre Perséfone me enviase del Hades la cabeza del horrendo monstruo grisáceo“. Según Ovidio, Perseo pasó por el noroeste de África junto al Titán Atlas, que estaba allí sujetando el cielo, y lo transformó en piedra. De forma parecida, se decía que los corales del Mar Rojo se habían formado de la sangre de Medusa, que salpicó las algas cuando Perseo dejó la cabeza, que se petrificaba, junto a la playa durante su breve estancia en Etiopía, donde salvó y se casó con la hermosa princesa Andrómeda. Incluso se decía que las víboras venenosas del Sáhara habían brotado de las gotas caídas de su sangre. Perseo voló entonces a la isla de su madre, donde ésta estaba a punto de ser casada por la fuerza con el rey. Gritó «Madre, protege tus ojos», y todos menos ella fueron convertidos en piedra a la vista de la cabeza de la Medusa. Entonces le dio la cabeza a Atenea, quien la colocó en su escudo, la égida. Según algunas fuentes, la diosa le dio la sangre mágica de Medusa al médico Asclepio, pues la que manaba del lado izquierdo del cuello era un veneno mortal, y la del lado derecho tenía el poder de resucitar a los muertos.
Aunque algunas referencias clásicas aluden a las tres gorgonas, Harrison considera que la multiplicación de Medusa en un trío de hermanas era un rasgo secundario del mito: “La forma triple no es primitiva, sino simplemente un ejemplo de una tendencia general… que hace de cada diosa una trinidad, lo que nos ha dado a las Horas, las Cárites, las Erinias y una multitud de tríos más. Es inmediatamente obvio que las gorgonas no eran realmente tres sino una más dos. Las dos hermanas supervivientes son meros apéndices debidos a la costumbre: la auténtica gorgona es Medusa”. Según cuenta Pausanias, el mito de Medusa es una versión novelada de la historia de una reina quien, tras la muerte de su padre, habría recogido ella misma el cetro, gobernando a sus súbditos cerca del lago Tritonide, en Libia. Habría muerto de noche durante una campaña contra Perseo, un príncipe del Peloponeso. Belerofonte, hijo del Rey Glauco de Corinto y de Eurímede, aunque algunas tradiciones le hacen hijo de Poseidón y Eurínome, estuvo subordinado al del rey licio Yóbates cuando destruyó a Quimera, hija de la Equidna, montado sobre Pegaso. La Quimera, que significa animal fabuloso, era un monstruo horrendo, hija de Tifón y de Equidna, que vagaba por las regiones de Asia Menor aterrorizando a las poblaciones y engullendo rebaños y animales. Fue madre, con Ortros, de la Esfinge y el León de Nemea. Las descripciones varían desde las que decían que tenía el cuerpo de una cabra, los cuartos traseros de una serpiente o un dragón y la cabeza de un león, hasta las que afirmaban que tenía tres cabezas: una de león, otra de macho cabrío, que le salía del lomo, y la última de dragón, que nacía en la cola. Todas las descripciones coinciden sin embargo en que vomitaba fuego por una o más de sus cabezas y por su trasero. Era sumamente rápida. Quimera fue derrotada finalmente por Belerofonte con la ayuda de Pegaso, el caballo alado, a las órdenes del rey Iobates de Licia. Hay varias descripciones de su muerte: algunas dicen simplemente que Belerofonte la atravesó con su lanza, mientras que otras sostienen que la mató cubriendo la punta de la lanza con plomo que se fundió al ser expuesto a la ardiente respiración de Quimera.

No hay héroe o dios que esté sujeto a tantas tradiciones como Hércules. Esta abundancia de leyendas evidencia que su persona acabó por ser el resultado de la fusión de varias entidades que absorbieron las hazañas de numerosos héroes locales. Los “Caminos de Heracles”, los “Viajes de Ulises”, o los “Periplos de Hannon” son antecedentes de esos “caminos” que los iniciados recorren en busca del Conocimiento. Fueron los años de la era del Cangrejo y de los Gemelos, años de reconstrucción, de viajes y de búsqueda, hasta que ya bien entrada la Era de Tauro, el hombre logró su asentamiento y la posesión de la tierra, organizándose bajo la forma de clanes totémicos. Al mismo tiempo se esperaba la llegada de un nuevo dios, un demiurgo que dominara la Tierra y el corazón de los hombres, un dios que les diera esperanza y fortaleciera sus cimientos. Aunque se seguía adorando al león, Leo, mediante la sucesión de las dinastías y las realezas, como símbolo inequívoco del orden, la jerarquía y la sumisión, se dieron épocas alternativas de olvido y resurgimiento. Encarnación por excelencia de la fuerza física en una época en la que el vigor corporal era la cualidad más estimada y notable del hombre, su genealogía preparaba ya al héroe para ser un gran campeón. Su bisabuelo Perseo fue famoso por su arrojo y valor, pero sobre todo por su potencia de brazos, demostrada al matar a la gorgona Medusa cortándole la cabeza de un solo tajo. Un hijo de éste, Alceo, recibió este nombre que significa “poderoso”, a causa de su fuerza muscular y uniéndose a Astidameia engendró a Amfitrión, el “infatigable”, que aunque no fue su padre, que lo fue Zeus, era marido de Alcmena, la “fuerte”, hija a su vez de otro hijo de Perseo, Electrión, el “brillante” o “deslumbrante”, rey de Micenas, y ascendente principal del derecho del héroe a este trono.

La historia de Hércules es sumamente interesante y ha sido tratada por muchos escritores. La discusión en cuanto a los detalles de su vida, y la controversia en lo referente a la secuencia de los acontecimientos, no son parte alguna de nuestro objetivo. Los diversos relatos difieren en detalle, de acuerdo a la preferencia del historiador y pueden ser estudiados en las muchas historias clásicas y diccio­narios. Aquí sólo nos ocuparemos de los doce famosos trabajos, y de ellos leemos: “Hércules, por la voluntad de Júpiter, estaba sujeto al poder de Euristeo, y obligado a obedecerlo en toda exigencia. Él consultó el oráculo de Apolo y se le dijo que debía estar subordinado por doce años a la voluntad de Euristeo, de acuerdo con las órdenes de Júpiter y que, después que él hubiera realizado los más célebres trabajos, debería ser llevado con los dioses“. Por lo tanto, se puso en camino y, como el discípulo bajo la dirección de su alma, emprendió los doce trabajos, ejecutando cada uno de ellos en uno de los signos del zodíaco. El, por lo tanto, representa a cada discípulo que busca caminar por el Sendero y demostrar su control sobre las fuerzas de su naturaleza, y asimismo representa el punto en el cual se encuentra ahora la humanidad. Su nombre primitivo era Alcides, que fue cambiado por Hércules después que hubo sufrido una extraña experiencia, y antes que emprendiera sus trabajos. El nombre Hércules era originariamente Heracles, que significa “la gloria de Hera“. Hera representa a Psique o el alma, por lo tanto, su nombre sintetizaba su misión, que era manifestar en trabajo activo en el plano físico la gloria y el poder de su innata divinidad. Una de las antiguas escrituras de la India dice: “Dominando las ataduras de la vida llega el esplendor“, y este dominio de la forma aprisionadora fue la gloriosa consumación de todas las empresas de Hércules. Se nos dice que tenía un padre divino y una madre terrenal y así, como con todos los hijos de Dios, encontramos emergiendo la misma simbología básica. Ellos simbolizan en su persona la esencial dualidad de Dios en manifestación de vida en forma, de alma en cuerpo, y de espíritu en materia. Esta dualidad es la gloria de la humanidad y también constituye el problema que cada ser humano tiene que resolver. Padre‑Espíritu y Madre‑Materia se juntan en el hombre, y el trabajo del discípulo es remover los lazos de la madre y así responder al amor del Padre.

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