Como todas las fiestas tradicionales
mexicanas, el Día de la Candelaria cuenta con una comida y una bebida ritual
específicas que lo caracterizan. El hecho de que este día se merienden tamales
no es un simple capricho gastronómico, sino que está estrechamente relacionado
con la intrusión sincrética del tamal, alimento de origen prehispánico,
utilizado como parte importante en las ofrendas de los dioses del panteón
azteca en las festividades que se les realizaban a lo largo de los dieciocho
meses que integraban el calendario mexica.
Fray Bernardino de Sahagún cita en su
obra Historia General de las cosas de Nueva
España, diez celebraciones en las que se elaboraban, ritualmente, tamales
de maíz. Veamos cuáles eran:
Durante el segundo mes llamado
Tlacachipehualiztli, “desollamiento de hombres”, realizaban la fiesta
Ayacachpixolo en la que hacían unos tamales que se llamaban
tzatzapaltamalli, hechos de bledos o cenizos, principalmente hacían estos
tamales los del barrio llamado Coatlán y los ofrecían en el mismo cu, delante
de la diosa que ellos llamaban Coatlicue, por otro nombre Coatlantonan, a la
cual estos maestros de hacer flores tenían gran devoción.
Asimismo, en el quinto mes Tóxcatl,
“seco o resbaloso”, dedicado a la fiesta de Tezcatlipoca y de los difuntos, se
utilizaban tamales rituales: Después de haber asentado el tabladillo
sobre el que estaba la imagen en lo alto del cu y puesto el papelón enrollado
junto al tabladillo- descendían todos los que habían subido y solamente
quedaban allá los que habían de guardar, que eran los sátrapas de los ídolos;
cuando lo acaban de subir ya que era a puestas del sol, y luego entonces hacían
ofrendas a la imagen de tamales y otras comidas.
En
el mes octavo, Huey Tecuílhuitl, “gran fiesta de gobernantes” festejaban los
mexicas a la diosa Xilonen, ”la del maíz tierno” ,y, por supuesto había muchos
tamales: Cuando
servían luego tomaban tamales a almantadas y comenzaban desde los principios de
las rencles a dar tamales y, daban a cada uno todos los tamales que podían
tomar con una mano; daban tamales de muchas maneras: unos llamaban
tenextamalli, otros, xocotamalli, otros, miauatamalli, otros ya cacoltamalli,
otros necutamalli, otros yacacollaoyo, otros exococolotlaoyo.
En el noveno mes conocido con el
nombre de Tlaxochimaco, “nacimiento de las flores”, se celebraba la fiesta en
honor del dios de la guerra Huitzilopochtli. La noche antes de esta fiesta ocupábanse todos en matar gallinas y
perros para comer, en hacer tamales y otras cosas concernientes a la comida.
Para la fiesta de los difuntos del
décimo mes Xócotl Huetzi, caída de los frutos”, se preparaban tamales grandes
de bledos (amaranto): Ponían también tres tamales grandes hechos
de semillas de bledos sobre la cabeza de la imagen, hincados en tres palos...
En cuanto a la “fiesta de los montes y
montañas” del mes Tepéhuitl, decimotercero del año, el fraile constata: Después
que con muchas ceremonias habían puesto en sus altares a las imágenes dichas los
montes, ofrecíanles también tamales y otras comidas, y también les decían
cantares de sus loores y bebían vino por su honra.
Se preparaban tamales de dulce para
celebrar la fiesta del dios Mixcóatl, llevada a cabo el decimocuarto mes
llamado Quecholli, “pájaro, perdiz”: Al quinto día hacían unas saeticas pequeñas
a honras de los difuntos, eran largas cono un geme o palmo, y poníanles resina
en las puntas, y en el cabo el casquillo era de un palo, de por ahí ataban
cuatro saeticas y cuatro teas con hilo de algodón flojo, y poníanlas sobre las
sepultura de los difuntos; también ponían juntamente un par de tamales dulces;
todo el día estaba esto en las sepulturas y a la puesta del sol encendían las
teas y las saetas.
Durante el decimoquinto mes,
Panquetzaliztli, “fiesta de las banderas”, los mexicas veneraban a
Huitzilopochtli, dios de la guerra, con tamales de bledos: Hecho esto comenzaban a comer masa de bledos
que tenían aparejados; ninguno dejaba de comerla, y estos tamales rollizos no
los partían con las manos, sino con un hilo de ixtli; en acabando de comer
estos tamales cogían petates y enrollabánlos, y poníanlos todos juntos en un
lugar. Esto se hacía en todas las casas del pueblo.
Las ceremonias a los tlaloques, dioses
del agua, se efectuaban en las calendas del decimosexto mes denominado
Atemoztli, “caída de las aguas”, en las que hacían las imágenes de los montes y
montañas que circulaban la ciudad y de donde descendían las aguas: Después
de haber compuesto estas imágenes poníanlas en orden en el adoratorio de la
casa, y luego ponían comida en cada una por sí, y delante de ellas sentábanse,
y los tamales que las ponían eran muy chiquitos, conforme las imágenes que eran
muy pequeñitas, poníanlos en unos platillos pequeñuelos y unos cajetillos con
un poquito de mazamorra, y también unos tecomates pequeñitos en que cabían un
poquito de cacaotal, en una noche les presentaban comida de esta manera, cuatro
veces, también poníanles dos tecomates de calabaza verde que es llamada
tzilacayotli, henchíanlos de pulcre, y toda la noche estaban cantado delante de
ellos.
Finalmente, en el decimoctavo mes,
Izcalli, “resurrección”, en las calendas hacían la fiesta llamada
Huauquiltamaloualtli, dedicada al dios del fuego, Xiutecuhtli o Ixcozáuhqui: A los diez días de este mes, hacían tamales
de hojas de bledos, muy molidas. Decían a esta fiesta motlaxquian tota, que
quiere decir: nuestro padre el fuego tuesta para comer.
Las
mujeres, toda la gente se ocupaba en hacer unos tamales que llaman
huauhquiltamalli, y también en amaneciendo los iban a ofrecer delante de la
estatua, y así estaba gran cantidad de ellos delante de la estatua; y como los
muchachos ofrecían la caza que traían, entraban así como iban ordenados y daban
una vuelta en derredor del fuego y cuando pasaban cabe el fuego, estaban
otros viejos que daban a cada uno de los muchachos un tamal, y así se tornaban
a salir los muchachos por su orden.
A estos
tamales los llamaban chalchiuhtamalli. Toda la gente y en todas las casas se
hacían estos tamales, y convidábanse unos a otros con ellos; a porfía a
trabajaban cual por cual haría primero los tamales; y a la que primero los
hacía iba luego a convidar con ellos a sus vecinos, para mostrar su mayor
diligencia y su mayor urbanidad.
La vianda
que se comía con estos tamales eran unos camarones que ellos llamaban
acociltin, hechos con un caldo que ellos llaman chalmulmulli, y todos comían en
sus casas esta comida, muy caliente y tras el fuego, y las camisillas de maíz
con que estaban envueltos los tamales, cuando se las quitaban para comerlos no
las echaban al fuego sino juntábanlas para echarlas en el agua.
No hay comentarios:
Publicar un comentario