domingo, 11 de mayo de 2014

LA METALURGIA EN MICHOACÁN



Los inicios de la metalurgia en el mundo

La metalurgia es una técnica que permitió al ser humano obtener y tratar los metales por medio de diversos procedimientos, incluyendo la producción de aleaciones. Sabemos que el primer metal que el hombre trabajo fue el cobre, dada su facilidad de manejo. El cobre empezó a trabajarse durante el Período Calcolítico, época prehistórica correspondiente a la Edad del Cobre, fase intermedia entre el Neolítico y la Edad de Bronce, que duró de 300 a 18000 a.C., y que dio inicio a una nueva etapa evolutiva del ser humano. Los primeros trabajos en cobre que se encontraron fueron en Tell de Sialk, en Irán; y en Cayönü Tepesi, en la península de Anatolia, en la actual parte asiática de Turquía. El cobre se trabajaba en frío, por medio del martillado; o bien, en caliente, a fin de aumentar su maleabilidad y su dureza. En nuestro país el desarrollo de la metalurgia dio inicio hacia el año 800 d.C., aun cuando la explotación minera subterránea apareció en los períodos clásico temprano y medio. Algunos investigadores afirman que el arte de la metalurgia llegó a Oaxaca, Michoacán y Guerrero, desde Centro y Suramérica vía marítima, para después difundirse por toda Mesoamérica.

La metalurgia en Michoacán en el Postclásico 1000-1521 d. C.

Fue también el cobre el primer metal que se utilizó en Michoacán; se le empleó  para hacer todo tipo de aleaciones: con oro, plata, zinc, plomo, y para crear aleaciones de bronce empleando estaño. En un principio, los metales no se conseguían excavando túneles, sino que se buscaban a ras del suelo en las vetas que llegaban a la superficie. En la zona de la Laguna del Infiernillo se han encontrado minas de cobre que estuvieron en explotación durante el período del último cazonci, Tangáxoan Tzintzicha, que se explotaban a tajo abierto; es decir, buscando la veta superficialmente. Las paredes de la veta se partían con cuñas de maderas de cuernos de animales para lograr que las piedras se desprendieran de la pared. En el sitio arqueológico mencionado se encontraron mazos y molcajetes de piedra para moler el mineral, llamados tiquiches. Asimismo, se encontró una mesa tallada en la piedra que servía para la molienda. En el sitio arqueológico de Chumuco, trabajaban veinte fundidores, que recogían un promedio de medio celemín de polvo y piedra verde de la que obtenían el cobre. El celemín era una medida de capacidad para áridos 4,625 litros, que se dividía en cuatro cuartillos. Después de extraído, el cobre se fundía soplando en unos canutos para mantener el fuego, y hacían unos lingotes de aproximadamente veinte centímetros de largo, quince de ancho y seis de alto llamados  xeme, con un peso aproximado de 4.5 kilos. Como la obtención era efectuada por pepena, el mineral no estaba muy contaminado, y los componentes extraños que aparecían se dejaban ya que servían para la composición deseada. Los fundidores de cobre también trabajaban como labradores,  tenían cerca del cerro sus milpas de labor, y sólo extraían el mineral cuando el Jefe Supremo lo requería. Por ejemplo, el gobernante de Tzintzuntzan contaba con personas que organizaban el buen funcionamiento de las minas más importantes, las cuales se encontraban hacia el sureste del imperio, hacia Cutzamala, Coyuca Ajuchitlán y Pungarabato. Sin embargo, existían otras minas hacia el occidente, cerca de Tuxpan y Zapopan. Otra forma de obtener metales consistía en el pago de los tributos que obtenían de Sinagua, La Huacana, Turicato y Coalcomán.

Los metales extraídos de las minas se conducían a talleres donde se fundían y se formaban lingotes, que  se enviaban  a depósitos localizados en la cuenca del lago de Pátzcuaro para ser custodiados por los encargados del tesoro, quienes efectuaban  rituales y ceremonias especiales a los que acudía el cazonci antes de entregar los lingotes a los joyeros quienes, con su divino arte, los transformaran en joyas para la realeza. Con los metales se elaboraron objetos de uso práctico en la vida diaria y adornos. Entre los primeros podríamos mencionar: azadas, coas, punzones, cinceles, agujas, alfileres, anzuelos, y otros muchos más. Como adornos tenemos: cascabeles, brazaletes, anillos, uñas, pectorales, cactlis, etcétera.

Las técnicas que se emplearon en el Michoacán antiguo fueron de dos tipos: las técnicas en frío: grabado, repujado, laminado, martillado, uniones mecánicas y pulido; más otras complementarias como el chapeteado, la incrustación, el embutido, el forrado, el engastado y la coloración, por medio del templado; y las técnicas que empleaban calor destemplado: hilatura, fundición y vaciado, más la licuación, que incluye el fundido. Éste se hacía en braseros, especies de crisoles, y como no contaban con  fuelles, como ya hemos mencionado, empleaban  canutos para soplar y avivar el fuego.

Para llevar al cabo el martillado, los artistas purépecha se auxiliaban de pequeños bancos de madera o piedra, donde golpeaban el metal hasta lograr láminas tan delgadas que podían medirse en milímetros. En la lámina  trazaban los cortes deseados, según para lo que se deseara elaborar, y luego empleaban la técnica de repujado para decorar con figuras, grecas o lo que los artistas quisieran; técnica decorativa a la que acompañaban la filigrana y la soldadura cuando se requerían. Una tercera técnica empleada por los indígenas fue el fundido, para lo cual se usaban hornos cuyo calor se mantenía soplando por unos tubos. Ya fundido el metal, se vaciaba en moldes de barro cocido, para crear el objeto. Entre los orfebres de Pátzcuaro se empleó la técnica de la cera fundida para elaborar anillos, cascabeles, aretes y colgantes en forma de animales preciosamente elaborados. El conocimiento metalúrgico de los purépecha sobresalió en sus trabajos con la plata, el oro, y el cobre. La principal producción consistió en joyas y adornos. Además de las armas y de las joyas los purépecha elaboraron herramientas para cubrir las necesidades de la vida cotidiana. Es importante mencionar que los purépecha conocían las pinzas para depilar, a las cuales llamaban petamuti. Las había de grandes dimensiones que se llevaban colgadas al cuello. Eran como dos lengüetas con las puntas redondeadas y bellamente decoradas; algunas hechas de plata han llegado hasta nuestros días.

El descubrimiento del bronce fue decisivo, pues les permitió  rechazar los continuos ataques bélicos de los mexicas quienes nunca emplearon el metal para fabricar armas. Para elaborar el bronce los purépecha conocían ciertas técnicas como la molienda del óxido de estaño, y la obtención de estaño metálico que no se encuentra puro en la naturaleza, sino en estado de óxido casiterita; asimismo, sus conocimientos les permitieron fundirlos juntos sin riesgo a perder a uno de ellos por la oxidación. Tres fueron los metales preferidos por los purépecha: el oro, tiripiti o excremento del dios Sol; la plata, teyácata, proveniente de las excrecencias de la diosa lunar Xara tanga, y el cobre, llamado tiyahu charápeti. Cuando no había mucho oro, las piezas deseadas se hacían de este metal al que luego se bañaba en oro; a este proceso lo llamaron tumbaga. De ahí ha de venir el famoso dicho de “sacar el cobre”.



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