jueves, 11 de septiembre de 2014

VUCUB CAQUIX EL FANFARRÓN



Hace muchos miles de años, cuando aún no había luz en el mundo porque el Sol y la Luna estaban cubiertos, un dios de nombre Vucub Caquix, Siete Guacamaya, padre de los gigantes Cabrakán y Zipacná, decía, presuntuosamente, que él era el Sol y la Luna. Afirmaba que era tan maravillosos que todo él resplandecía: sus ojos, sus dientes, su nariz.

Por supuesto que Vucub Caquix no era ni el Sol ni la Luna, tan sólo deseaba darse importancia, dominar y hacer alarde de sus riquezas. Ante tanta fanfarronería, los gemelos sagrados Hunahpú e Ixbalanqué decidieron poner fin al soberbio.

Para matarlo pensaron en tirarle con una cerbatana cuando estuviera comiendo para que se enfermara. Los hermanos tomaron sendas cerbatanas y partieron en búsqueda del presumido.

Los hijos de Vucub Caquix, nacidos de la diosa Chimalmat, se encontraban entretenidos: Zipacná jugaba a la pelota con las seis montañas que había creado en una noche cuando aún no amanecía. Y Cabrakán se divertía haciendo temblar los montes y montañas.

Ellos también eran soberbios y pregonaban lo que hacían llenos de presunción tratando de disputarse la grandeza con Vucub Caquix. Ante tanta fanfarronería y competencia los gemelos sagrados tomaron la decisión de matar a los tres, al padre y a los hijos.

Todos los días Vucub Caquix iba a comer a un árbol de nance, se subía a la parte más alta y disfrutaba de su comida preferida. De esta costumbre estaban enterados Hunahpú e Ixbalanqué. Así pues, se escondieron entre unas hojas al pie del árbol para acecharlo. Cuando llegó Vucub Caquix a comer, Hunahpú le apuntó con su cerbatana e hirió al dios Siete Guacamaya en la mandíbula. Al sentirse herido, Vucub Caquix cayó del árbol dando espantosos gritos de dolor. Hunahpú trató de cogerlo, pero Siete Guacamaya le arrancó un brazo, se lo dobló hasta el hombro, se lo arrancó y se fue a su casa llevando el brazo en el pico.

Al ver llegar a su esposo en tales condiciones, Chimalmat le preguntó lo que le había sucedido, a lo que el esposo herido le contestó que se encontraba muy mal herido de la quijada, que los dientes se le movían y le dolían muchísimo. Siete Guacamaya decidió colgar el brazo sobre el fuego del hogar y dejarlo ahí seguro de que el gemelo manco vendría a buscarlo.

Ante esta situación, Hunahpú e Ixbalanqué fueron a hablar con una pareja de viejos de cabellos blancos y encorvados por la avanzada edad. El viejo se llamaba Zaqui Nim-Ac y la vieja respondía al nombre de Zaqui Nimá Tziis. Los gemelos les pidieron a los dioses que fuesen a donde vivía Vucub Caquix haciéndose pasar por una pareja de mendigos, y que dijeran que los muchachos que iban tras ellos eran sus nietos huérfanos de padre y madre.

Además debían decir que tenía la habilidad de sacar el gusano de las muelas. Así Vucub Caquix no sospecharía que eran los gemelos sagrados. Los cuatro agarraron camino. Los gemelos iban un poco atrás de los viejos. Cuando llegaron a la casa de Siete Guacamaya, lo vieron sentado en su trono gritando de dolor por sus muelas. Cuando vio a los ancianos y a los muchachos, Guacamaya les preguntó de dónde venían, a lo que el viejo respondió que andaban en busca de comida. Guacamaya inquirió si los muchachos eran sus hijos y el dios aclaró que eran sus nietos a los que ambos querían mucho y con los que compartían los alimentos.

Cuando Siete Guacamaya se enteró de que los ancianos sabían sacar el gusano de las muelas, curar los males de los ojos y colocar los huesos en su lugar, les pidió que le curasen los dientes, pues era tan insoportable el dolor que no podía ni comer ni dormir por las noches, y todo a causa de la maldad de dos gemelos demoníacos que le habían herido con engaños. El viejo aceptó curarlo y le dijo que le sacaría todos los dientes y le pondría otros nuevos, y de paso le curaría los ojos que se los veía un poco mal.

Al principio, Vucub Caquix se negó, pues les aclaró que sus dientes y sus ojos eran sus preciados y valiosos ornamentos brillosos. Pero cuando el viejo le aclaró que los dientes estarían hechos de hueso molido, Siete Guacamaya aceptó. Pero los dientes que le colocaron los gemelos sagrados estaban hechos con granos de maíz, y cuando le tocó el turno a los ojos, le reventaron la pupila. Hunahpú e Ixbalanqué le dijeron al ave fanfarrona que ese era el castigo por creerse el Sol y la Luna y por hacer ostentación de sus riquezas: sus dientes y sus ojos resplandecientes.

Al poco tiempo murió Vucub Caquix, y el viejo se llevó todas las piedras preciosas y las esmeraldas que formaban su pico y sus ojos. Hunahpú recuperó su  brazo y se lo puso. Una vez cumplida su tarea los gemelos sagrados se fueron al Cielo.

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