lunes, 20 de octubre de 2014

EL SACRILEGIO



El Cenote Sagrado que se encuentra al norte de la pirámide de Kukulkán en Chichen Itzá tenía la función de comunicar a los antiguos mayas con el dios de la lluvia Chaak.

En este sitio se llevaban a cabo ceremonias de sacrificios humanos con el fin de pedir a la divinidad las suficientes lluvias para satisfacer las necesidades agrícolas de los mayas, principalmente durante el Período Clásico en el auge de la civilización.

Una leyenda nos relata que hace muchos años una pareja de jovencitos estaba muy enamorada y solía ir a la selva a pelar la pava.

Eran amores clandestinos, pues la joven desde muy pequeña estaba destinada a ser sacrificada a Chaak, el patrono de la lluvia, en el Cenote Sagrado, para satisfacerlo con los ritos propiciatorios que le encantaban.

Pasó el tiempo, los enamorados siguieron amándose, y llegó el día de la ceremonia en que la dulce joven debía ser sacrificada.

El muchacho, desesperado por la próxima separación eterna que les esperaba, en un arranque de audacia le juró a su enamorada que nunca permitiría que la arrojasen al cenote, por muy Chaak que se tratara.

La procesión ceremonial se encaminó al Cenote Sagrado, se efectuaron los correspondientes ritos de cada año. Todo estaba listo.

La joven enamorada fue arrojada al Cenote ataviada con un hermoso huipil y engalanada con joyas de oro y piedras preciosas. Al caer, se escuchó un desgarrador grito y el cuerpo se hundió en las aguas verdosas del Cenote.

Poco tiempo antes, el muchacho había bajado a un pequeño terreno que estaba muy cerca de la orilla del agua del Cenote, cuidando de que nadie le viese y presto a rescatar a su amada en cuanto cayera al agua.

Pero no pudieron ocultarse, pues los sacerdotes que dirigían los rituales se habían percatado de la maniobra y, muy enojados por el sacrilegio, mandaron a los guerreros en su persecución.

Nunca encontraron a los jovencitos, pero la ciudad de Chichén Itzá padeció por muchos años una tremenda sequía que afectó las cosechas y ocasionó terribles hambrunas y enfermedades por las que perecieron miles de personas.

Tal fue el castigó que envió el dios Chaak por no haber cumplido con los seculares ritos y ceremonias que la tradición impone.

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