miércoles, 29 de octubre de 2014

EL VIEJO QUE TRAJO EL AGUA



Mazahua es un nombre en lengua náhuatl que significa “gente del venado”. Las raíces del pueblo Mazahua provienen de la fusión racial y cultural de los asentamientos toltecas y chichimecas, y sus integrantes se encuentran muy extendidos en el Estado de México y Michoacán de Ocampo. Son gente muy trabajadora y muy hábil con las manos.

Cuentan los ancianos, que les contaron sus padres, que a su vez les contaron los padres de sus padres, que antes los hombres no eran como ahora, sino que hubo muchas razas de mazahuas que precedieron a los hombres de hoy. 

Los primeros, según se sabe, eran hombres de una gran altura y se llamaban gigantes, ya que tenían una forma parecida a los arboles de gigante que hoy en día conocemos. Estos hombres no contaban con un razonamiento, se dice que eran tan tontos que cuando había fuertes vientos  se caían y no se podían levantar quedándose muertos.  

Todos murieron así tarde o temprano, y de la tierra, como el maíz a veces surge sólo, surgió una segunda generación. Eran hombres hechos de tierra,  tenían  una altura muy pequeña y se llamaban enanos.  Ya contaban formas de pensar, pero aun no eran capaces de sobrevivir por sí mismos y se mataban entre sí. 

Fue  de esta forma que terminó esta generación. Luego vino una tercera generación, que son los hombres que actualmente conocemos. Dicen los ancianos que los mazahuas de ahora están hechos de madera y se llaman simplemente hombres.

Pero en un principio esta generación tampoco tenía muy afinada la capacidad para razonar, aunque la poseían. Los hombres de madera erraban por el mundo, y si bien no los destruía el viento ni se mataban entre sí, andaban como si no supieran su lugar en el mundo. Vivian en cuevas, comían las cosas crudas y no sabían sembrar ni la calabaza ni el maíz.

Un día, a la orilla del lago llegó un viejo que los mazahuas nunca habían visto, pues se conocían todos entre sí. 

Era un viejo muy viejo, tan viejo que parecía tener mil años. Pequeño y de venas marcadas, muchísimas arrugas le surcaban la frente. Nadie sabía de dónde vino ni por qué, pero lo cierto es que construyó a la orilla del lago una pequeña cabaña, cerca de una gran piedra, y se quedó a vivir ahí.  

Los hombres quedaron deslumbrados por la choza, algo nunca que antes habían visto. Los hombres se acercaron a pedirle consejo, a lo que él viejo respondió: “la solución a tus problemas está dentro de ti mismo”. En ese momento comenzaron a construir sus casas, y ya no pasaron frío ni se mojaron cuando llovía.

Después vieron que el anciano golpeaba la tierra y depositaba ahí unas pequeñas semillas. Tomándolo por loco, los mazahuas siguieron construyendo sus casas hasta que, pasados varios meses, vieron que de la tierra brotaban plantas, habas, chilares, calabazas y milpas. Se acercaron una vez  más a pedirle consejo, a lo que el viejo respondió: “la solución a tus problemas está dentro de ti mismo”. 

A partir de ese momento los hombres comenzaron a trabajar la tierra.

Nadie sabe que fue del viejo, quien muchos dicen era un espíritu del agua, o el mismo padre Dios que no quería que pereciera esta nueva generación de mazahuas.

Lo cierto es que a las orillas del lago, cuando sopla el viento, algunos sabios aun pueden escuchar al hombre dando consejos, siempre el mismo, y siempre despertando algo dentro de quien lo escucha.

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