sábado, 25 de octubre de 2014

LA JOVEN QUE BRILLA




Cuenta la leyenda que Pedro y Paula, una pareja de campesinos, tenía un hijo y una hija a quienes adoraban, y llenaban de amor y de besos.

Como estaban los pequeños estaban muy consentidos les compraban muchas cosas y los mimaban.

Cuando tenían como ocho y siete años, Pedro le dijo a su esposa que ya el dinero no le alcanzaba para nada, y que ya no podía alimentar y vestir a los niños, y que ya no los quería.

Después de discutir el problema de lo que debían hacer con el par de criaturas, decidieron que ya no querían tenerlos y que los iban a dejar en el bosque para ver si alguien los encontraba, los cuidaba y los mantenía.

Pedro llamó a Agustín y a Juana –que así se llamaban los rechazados vástagos-  y les dijo que se alistaran porque iban a ir al bosque a buscar leña.

A los niños les encantó la idea y se apresuraron a ponerle los aparejos al burro, prepararon un hacha, una cuerda, agua, y unas tortillas para el camino.

Los tres marcharon rumbo al bosque.

Después de mucho andar, cuando llegaron a un claro el padre les dijo que lo esperaran un momento porque iba a ver dónde había buena leña que acarrear,. Pedro se llevó al burro y dejó a los niños solos.

Pasó el tiempo, empezaba a oscurecer, hacía mucho frío y el padre no aparecía. Agustín y Juana lo llamaron a gritos hasta enronquecer, pero nada, el padre no aparecía.

Los niños se pusieron a llorar desesperados porque no sabían cómo regresar a su casa.

Cuando más desesperados se encontraban apareció una joven muy hermosa que brillaba mucho:

-“¿Qué es lo que les pasa, queridos niños, a qué debe ese llanto?”- Les preguntó.

Los jovencitos le respondieron llenos de miedo: -“¡Nuestro padre nos trajo al bosque a buscar leña y nos abandonó, no sabemos qué hacer ni cómo regresar!”- La joven brillante les propuso:

-“Dejen ya de llorar, que con eso no arreglan nada, si lo desean los puedo convertir en pajaritos”-

Los niños, azorados, se voltearon a ver y replicaron:

-“¿En pajaritos?”– -“Sí”- contestó la joven que brilla, así volarán muy contentos y ya no llorarán.

-“¡Sííí!”- replicaron al unísono Agustín y Juana, -“¡Queremos ser pajaritos!”- La mujer que brilla efectuó unos pases mágicos, y los convirtió en hermosos pájaros a los que llamó Mimincueo.

Desde entonces estos pajaritos abundan por estas tierras habitadas por indios nahuas de Puebla.

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