viernes, 10 de octubre de 2014

LOS ESCORPIONES



Una hermosa leyenda mexica nos cuenta que la diosa Xochiquetzal, provocadora y seductora de dioses y mortales, un día se propuso seducir a un sacerdote llamado Yapan.

El religioso cayó en las garras de la diosa y sucumbió a sus encantos. Yáotl, advocación de Tezcatlipoca, enojado por la debilidad del sacerdote los convirtió en dos alacranes: uno negro y uno rojizo amarillento.

La palabra escorpión proviene del latín scorpio cuyo significado es “alacrán”; a su vez, alacrán deriva del árabe al-ágrab. Este animal artrópodo pertenece a la clase de los arácnidos, su cuerpo se encuentra estructurado en dos segmentos llamados tagmas, posee un tronco o prosoma y un abdomen, el opistosoma bipartito. Tiene cuatro pares de patas de ocho segmentos y un aguijón con el que envenena a sus presas. Se conocen cerca de mil especies en el mundo de alacranes.

En tanto que símbolo cultural lo encontramos frecuentemente en las culturas antiguas del mundo dada su venenosa peligrosidad y su misterio que siempre ha fascinado a los hombres.

Se le he tomado como bicho de mal agüero, pero también como un animal benéfico que puede librar a los seres humanos de catástrofes y calamidades sociales y naturales.

Por ejemplo, los zapotecas le consideraban como un bicho que traía la mala suerte si llegaba a meterse en las casas, o se le encontraba por casualidad. Si se topaba uno con algún alacrán mientras se conversaba, se creía que  se trataba de un espía enviado por el diablo.

Los mayas denominaban a una constelación con el nombre de Escorpión, relacionada con el dios de la caza, cuyo nombre fue Dios  Muerte, el cual simboliza la penitencia y la sangre.

Se trata de la constelación Zinaan Ek, impresionante por su tamaño.

Los mexicas denominaban Cólotl, “doblado” o “curvado”, al escorpión, deificado como el Señor de los Infiernos, Mictlantecuhtli, y símbolo del Dios del Fuego Xiuhtecuhtli, debido a que su picadura produce un ardor quemante y doloroso.

Al fuego, y en general a todo lo caliente, solíase representarlo por medio de un aguijón de alacrán humeante, como el agua ardiente.
Los aztecas adoraron a la constelación llamada Colotlixáyac, indicadora del momento preciso en que debía encenderse el Fuego Nuevo que se encendía cada 52 años, a fin de venerar el renacimiento del Sol.

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