Mi madre
me contaba la historia de una diosa llamada Tzapotlatena que había inventado
una resina medicinal llamada úxitl, un aceite que se extrae de la resina del
pino.
Esta
resina es muy buena para curar las bubas que produce la enfermedad conocida
como quaxococihuiztli, y alivia también la chaquachiuhuiliztli. Mi padre
que es tícitl, médico, la emplea constantemente cuando acude a curar a los
enfermos de la ciudad de Tenochtitlán que queda un kilómetro de nuestra casa.
Esa úxitl es también muy efectiva para curar los males de la garganta,
especialmente la ronquera, y las grietas de los labios y los pies, por eso los
que recogen la resina y los que la venden veneran a la diosa, le hacen sus
festividades y le ofrendan hule, copal, papel y hierbas aromáticas y
medicinales.
Mi tata
nunca deja de poner la ofrenda destinada a Tzapotlatena, pues es muy devoto de
ella.
Parece
ser que antes de convertirse en diosa, Tzapotlatena fue una hermosa mujer muy
sabia que contaba con la capacidad de curar cualquier enfermedad por extraña
que fuese.
Descendía
de mujeres de linaje del poblado de Tlayolan. Me cuenta mi madre que en una ocasión
fue a buscar a Tzapotlatena un niño para que atendiera a su mamá que se
encontraba en trabajo de parto y el bebé se negaba a salir. La joven acudió en
seguida a ver a la parturienta, y como los remedios que le ofreció fueron
inútiles ordenó que le llevasen resina de pino, con la cual preparó emplastos
que colocó en el vientre de la mujer sufriente. El remedio fue eficaz y al poco
tiempo el niñito nacía perfectamente sano.
Ante esta
maravilla Tzapotlatena empezó a emplear el úxitl, no solamente para ayudar en
los partos difíciles, sino para curar muchas otras enfermedades como las que he
mencionado.
Un
nefasto día a la curandera la mordió una víbora en extremo venenosa, y de nada
sirvieron sus remedios. Pasados dos días Tzapotlatena murió. Se la sepultó con
honores que se merecía por su talento y porque todos en su comunidad la
adoraban por buena y sabia. Así se convirtió en divinidad, patrona de los
curanderos y los tícitl, a quienes legó sus conocimientos y remedios, y el arte
de curar con la resina mágica. Incluso su pueblo empezó a ser nombrado como
Tlayolan-Tzapotlan en honor de la bella y sabia Tzapotlatenantzin.
Esta es la historia que me contó mi madre un día, yo se la repito a usted para
que sepa apreciar el poder curativo del úxitl y la sabiduría de Tzapotlatena.
Donde y como se prepara el uxitl
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