lunes, 1 de diciembre de 2014

EL CONEJO QUE VEMOS EN LA LUNA



Quetzalcóatl, el dios grande y bueno, se fue a viajar una vez por el mundo en figura de hombre. Como había caminado todo un día, a la caída de la tarde se sintió fatigado y con hambre. Pero todavía siguió caminando, caminando, hasta que las estrellas comenzaron a brillar y la luna se asomó a la ventana de los cielos. Entonces se sentó a la orilla del camino, y estaba allí descansando, cuando vio a un conejito que había salido a cenar. 

-¿Qué estás comiendo?- le preguntó.

-Estoy comiendo zacate. ¿Quieres un poco?-

-Gracias, pero yo no como zacate-

-¿Qué vas a hacer entonces?-

-Morirme tal vez de hambre y de sed-

El conejito se acercó a Quetzalcóatl y le dijo;

-Mira, yo no soy más que un conejito, pero si tienes hambre, cómeme, estoy aquí-

Entonces el dios acarició al conejito y le dijo:

-Tú no serás más que un conejito, pero todo el mundo, para siempre, se ha de acordar de ti-

Y lo levantó alto, muy alto, hasta la luna, donde quedó estampada la figura del conejo. Después el dios lo bajó a la tierra y le dijo:

-Ahí tienes tu retrato en luz, para todos los hombres y para todos los tiempos-

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