miércoles, 18 de marzo de 2015

EL VIAJE AL MÁS ALLÁ



Cuenta un mito huichol que cuando un hombre  muere su alma emprende un largo y difícil camino hacia el más allá, trayectoria que es observada por el mara’akáme.

El muerto hace un repaso de todas las acciones que ha hecho en vida. A continuación, llega a una bifurcación.

El camino de la derecha corresponde a aquellos que tuvieron buen comportamiento durante su vida; el de la izquierda es para las personas que hicieron acciones malas, las cuales deben sumergirse en aguas hirvientes o ser quemados por el fuego, para luego pasar entre montañas y rocas que están chocando continuamente.

Si cometieron adulterios, cargan a cuestas con los genitales de la persona con quien pecaron.

Una vez terminado el castigo, regresan al camino bifurcado y toman el canino de la derecha.

El alma sigue su rumbo y llega a un estanque que debe atravesar, y donde hay un perro que ataca al alma pecadora.

Para defenderse, el alma lleva consigo un palo o tortillas para darle y apaciguarlo. Siempre llevando consigo los genitales.

En seguida, se encuentra con todos los animales que en vida hizo dañó; es entonces cuando ellos toman venganza de todos los golpes y ofensas recibidos.

Si el difunto en vida fue dueño de un perro negro al que no cuido como es debido; es decir, no lo alimentó ni le dio agua, el perro le esperará a la puerta de su casa para atacarlo y morderlo cuando el alma deje su hogar.

En su recorrido mortal, el espíritu pasa por un túnel en donde se encuentra un perro blanco que le está esperando con un vaso con agua lleno de gusanos el cual le hará beber, en caso de haber maltratado a los perros cuando vivía.

Pero si el alma fue bondadosa con los canes, entonces el perro blanco le ofrecerá comida, bebida, y le brindará muchos parabienes.

Si por algún motivo el muerto comió carne de tlacuache, una enorme roca lo aplastará, pues tal animalito se considera sagrado por haber robado el fuego en beneficio de los huicholes.

Una vez pasadas las pruebas establecidas por los dioses, el alma del difunto arribará al lugar en donde se encuentran los antepasados y demás muertos, quienes organizan una celebración alrededor de un árbol sagrado.

En la fiesta todos bailan, comen y beben tesgüino. Al momento en que todos están borrachos, el curandero-mara’akáme atrapa el alma del muerto y, auxiliado por un espíritu, la lleva hasta donde se encuentran sus familiares que lo reciben llorando y le dan la bienvenida.

Los parientes le preparan una sabrosa comida y le ofrecen todas las cosas que al muertito le gustaban cuando vivía. Después de que el alma ha saboreado la sabrosa comida, se despide y emprende su última partida.

Pasados cinco años, el alma toma la apariencia de un cristal de roca y regresa a la Tierra a visitar a los suyos, quienes no lo han olvidado y siempre le rezan en al altar doméstico con mucho cariño.

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