domingo, 7 de junio de 2015

K´URHIKAUERI, EL GRAN SEÑOR DEL FUEGO



Un mito purépecha nos cuenta que al principio de los tiempos no había nada, todo era oscuro, todo era un gran círculo sin principio ni final.

De pronto, de ese fondo oscuro surgió un rayo de luz que creció y creció hasta formar una gran bola de fuego que rompió la oscuridad en infinidad de pedazos. Del centro de la gran bola de fuego salió el dios K’urhikaueri, o Curicaveri, Gran Señor del Fuego, el Sol, dios de la guerra, benefactor de los humanos; y la diosa Kuerahuáperi: principios creadores masculino y femenino. Junto a ellos apareció  un soplo divino llamado Kuritacaheri.

Kuerehuáperi con el tiempo se volvió una hermosa muchacha y el Gran Señor del Fuego se enamoró de ella. Para hacerle la corte, le mandó rayos de luz que se le quedaron a la diosa en su frente, en su matriz y en sus dos manos.

Entonces, la diosa se convirtió en Nana Kuerajperi, la madre de la Creación, que dio nacimiento, en una tremenda tormenta, a todas las cosas: Tierra, montañas, árboles, ríos, lagos… Kuerahuáperi, Desatar en el Vientre, la que da la Vida y la Muerte, tuvo cuatro manifestaciones o hijas, que son las cuatro nubes de las direcciones-colores, que pueden otorgar vida con su lluvia o destrozar los sembrados con los aguaceros y las granizadas. La más importante manifestación de la diosa madre fue su hija Xaratanga, Luna Nueva, relacionada con la fertilidad. Ella es la renovación de su madre, la Luna Menguante.

Sucedió que un día, la luz y la oscuridad chocaron, y del choque se formaron cuatro rayos que se dirigieron hacia los cuatro puntos cardinales.

Entonces, el dios creador tomó la lumbre y le dio la forma de una esfera luminosa para que iluminara al mundo.

La llamó Tata Huriata, Señor Sol.

Poco después, K’urhikaueri decidió crear a Nana-Kutsi, Señora Luna, para que le ayudara a alumbrar la parte de la tierra donde todavía había oscuridad.

Así surgieron el día y la noche, que alumbraban al mundo alternativamente, con más o menos intensidad.

Pero Tata-Huriata se enamoró perdidamente de Kutsi, y al unirse en un abrazo fecundo, formaron el primer eclipse de que se tenga noticia.

De un segundo parto nacieron las flores, los árboles, las plantas; es decir, la flora que se encuentra en nuestro planeta.

Entonces, la diosa parió por tercera vez y dio a luz a todos los animales que eran muy hermosos, pero que carecían de raciocinio.

De un cuarto parto, surgieron los hombres y las mujeres, quienes ya contaban con el raciocinio que les permitía distinguir la maldad de la bondad; lo más importante ocurrió cuando la diosa creadora les otorgó la palabra, uandakua; o lo que es lo mismo, la posibilidad de comunicarse, entenderse, e intercambiar ideas, facultad exclusiva de los seres humanos.

Así como la diosa enviaba las lluvias y las semillas, también era capaz de provocar las sequias, que causaban tremendas hambrunas. Nana-Kutsi la que anunció la llegada de hombres extranjeros a la Tierra, augurio que los otros dioses no le creyeron…

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