lunes, 24 de agosto de 2015

LA CONQUISTA ESPAÑOLA SEGÚN LOS YAQUIS



Hace muchas centurias, en el antiguo territorio yaqui llamado Suré, vivían los indios surem, hijos de la Mujer Grande, Yomumuli, diosa que había creado también a los pimas, los ópatas y los seris aparte de los surem.

Ninguna de estas tribus conocía la agricultura y se alimentaban de los dones que les enviaba el Dios Supremo, Itom Achai.

En el centro de Suré crecía un árbol, muy grande y muy delgado, que tenía la capacidad de hablar.

Pero hablaba de manera muy particular, ya que de su tronco salía un ruido parecido al zumbido de las abejas.

Aunque entre los surem había gente muy sabia, nadie entendía lo que el Árbol decía.

La única que comprendía su habla era Yomumuli. 

Un día el árbol habló más fuerte y la diosa tradujo el mensaje que  indicaba a los surem la manera adecuada y recta de vivir.

A los animales el Árbol Sagrado les dijo cuáles se alimentarían cazando a otros animales y cuáles debían alimentarse con hierbas.

La Mujer Grande tembló cuando tradujo el final del mensaje, pues el Árbol anunciaba a los indios que pronto llegarían a sus tierras hombres conquistadores y un dios llamado Jesucristo que los bautizaría y sometería a su religión.

Yomumuli no estaba de acuerdo ni creía lo dicho por el Árbol Sagrado, ni tampoco los surem, quienes pensaban que todo era un invento de la diosa, pues era increíble que llegaran capitanes extranjeros, los conquistaran, y recibieran eso que el Árbol llamaba bautizo.

Muy enojada, la Mujer Grande decidió que ya nunca más escucharía al Árbol, pues no le creía ni estaba de acuerdo con lo que decía.

Así pues, tomó al río, lo enrolló, se lo colocó bajo el brazo, y se fue hacía las nubes del norte. Antes de partir, Yomumuli dejó un jefe indio para que vigilara lo que pasaba en cada una de las colinas que formaban el territorio  Suré.

Casi nadie en la comunidad estaba de contento con las noticias enviadas por el dios supremo, ni las personas ni los jefes, por eso muchos espantados indios huyeron hacia las montañas y hacia el mar.

Pero como siempre sucede a algunos surem si les agradó la perspectiva de conocer extranjeros conquistadores y a un nuevo dios, y se quedaron en sus tierras a esperar.

En su espera se multiplicaron y devinieron lo que hoy conocemos como los  yaquis.

Cuando los españoles conquistadores llegaron ¡muy cara les costó su curiosidad a los indios!

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