miércoles, 18 de noviembre de 2015

LA LEYENDA DE JUAN SOLDADO



El 13 de Febrero de 1938 una niña conocida como Olga Camacho Martínez desapareció del frente de su casa mientras jugaba, en la ciudad de Tijuana, en México.

Grande fue la consternación de la pequeña población de algo menos de veinte mil habitantes, por lo que se organizó una desesperada búsqueda que duró sólo un día: su cuerpo fue encontrado con señales de haber sido golpeado y ultrajado. Grande fue el clamor popular por hallar al culpable de un crimen tan horrendo.


El sospechoso número uno era un hombre llamado Juan Castillo Morales, a quien luego de estos incidentes se conoció como Juan Soldado, quien, según contaron las autoridades, al ser interrogado se quebró y confesó el crimen en medio del llanto, diciendo que había actuado bajo los efectos del alcohol.

Su mujer corroboró la confesión afirmando que su esposo había llegado el día anterior a la casa con la ropa manchada de sangre y en estado de extrema exaltación. También aseguró que una semana antes había intentado ultrajar a una sobrina. Sabidas estas noticias, el pueblo exigió la entrega de Juan Castillo Morales para su linchamiento.

El jefe de policía local adujo que Morales era soldado del ejército mexicano, y que su juicio debía ser llevado a cabo por la justicia militar. El general Contreras, comandante de la guarnición de Tijuana, aceptó impartir justicia y en juicio sumarísimo encontró culpable a Morales y lo sentenció a morir por fusilamiento.

Fue ejecutado el 18 de Febrero. Según algunas versiones, se le habría aplicado la ley de fuga, en la cual se permite a los condenados intentar huir para luego ser baleados en el curso del intento de escape.

Sin embargo, el caso estaba lejos de hallarse cerrado. Las ropas ensangrentadas de Morales nunca aparecieron. A pesar de que el crimen habría sido cometido a la luz del día, no había testigos ni del rapto ni del regreso de Morales a su hogar en estado de ebriedad, más que su mujer. Agentes del FBI de la ciudad de San Diego investigaron la escena del crimen y encontraron evidencia de que el asesino usaba zapatos o botas con la figura de un diamante en la suela. Ese tipo de calzado no encajaba con el que habría usado Morales al momento del hecho. Las dudas comenzaban a asomar en un asunto que se volvía espinoso.

El correr de las semanas hizo que la población se replanteará si en realidad Morales había sido el asesino de la niñita. Poco a poco, manos anónimas acercaron flores a su tumba y se comenzaron a dejar ofrendas y pedidos de intercesión. Juan Castillo Morales fue desde entonces conocido como Juan Soldado, y se afirmaba que su alma podía intervenir en casos de injusticia terrenal.

La familia de la niña insistía en su culpabilidad, pero los rumores en Tijuana aseveraban que el verdadero asesino había sido un capitán de buena familia, que había sido protegido por la cúpula militar, la que habría comprado el testimonio de la mujer de Morales.

El caso del asesinato de la niña Olga Camacho sigue aún abierto a interpretaciones.

En tanto, Juan Soldado interviene, para sus creyentes, desde la tumba para socorrer a inmigrantes indocumentados y a aquéllos perseguidos por los tribunales injustamente. 

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