domingo, 13 de diciembre de 2015

EL MUJERIEGO



Había una vez un señor que vivía en el pueblo de Tepalcingo, Morelos. Era un campesino de treinta años, todavía en el vigor de la edad, moreno, y de no malos bigotes. Este señor, que se llamaba Francisco, era sumamente mujeriego, a todas las mujeres enamoraba, y se metía en muchos líos a causa de este defecto. Tenía Francisco una abuelita a la que quería mucho, que vivía cerca del Santuario. Todas las tardes iba a visitar a su abuela quien siempre lo recibía con una taza de té de limón caliente, que a Francisco le gustaba mucho.
Cerca de la casa de la abuelita había un río que no tenía puente, para cruzarlo se debían pisar las piedras más planas que se encontraran y así acceder a la otra orilla. En una ocasión, Francisco se quedó con su abuela más tarde que de costumbre, y cuando se fue para su casa era casi la medianoche. Al ir caminando por detrás de la iglesia, y ya para cruzar el río, vio a una hermosísima muchacha: alta, esbelta, con el negro pelo que le llegaba a la cintura y con ojos de mora. Toda ella iba vestida de negro y exhalaba misterio y seducción. Cuando la vio Francisco el mujeriego, quedó fascinado. La joven lo llamaba con la mano para que la siguiera. El muchacho, incapaz de resistir a tanta belleza, fue tras ella. La mujer empezó a cruzar el río y Francisco se percató que flotaba sobre el agua. Al ver cosa tan insólita, sintió miedo, y más todavía cuando la mujer de negro volteó a verlo y su cara era una horripilante calavera. En ese momento, la aparición se aventó sobre Francisco, le puso una mano en la nuca y lo trató de ahogar. El muchacho, desesperado, se defendía y trataba de zafarse, pero no lo lograba, sentía las manos huesudas que lo hundían más y más en el agua.

Acertó a pasar en ese momento un señor llamado Agustín que vio las angustias de Francisco con la cabeza metida en el agua, lo tomó del cabello y lo sacó, nunca vio a la mujer, solamente le preguntó al joven: -¿A poco te quieres suicidar ahogándote? Francisco como pudo, casi asfixiado le respondió: -¡No qué va, un espanto terrible me estaba metiendo la cabeza en el agua, trataba de matarme! Agustín se le quedó mirando y se alejó.

Cuando llegó a su casa, pálido, desencajado y todo mojado, le contó a su madre lo que le había pasado. Ella lo escuchó espantada, al terminar la historia la madre le dijo: -Mira Francisco, te salvaste de milagro, esa fue una advertencia. Esa mujer de negro se les aparece a los hombres que son borrachos y mujeriegos para matarlos, pues en vida, su esposo fue muy malo con ella, era borracho y le pegaba. ¡Tú sabes si quieres seguir de mujeriego o enmiendas tu camino!

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