martes, 12 de enero de 2016

LA PARTERA QUE NO SUPO CALLARSE



Cerca del parque recreativo llamado La Marquesa, en el estado de México, se encontraba un pueblo llamado El Desagüe, donde vivía una mujer que ayudaba a las mujeres en el trabajo de parto.

Una noche escuchó que tocaban a su  puerta fuerte e insistentemente. Abrió la puerta y vio a un hombre vestido de charro que le pidió ayuda para ir a auxiliar a una mujer que estaba a punto de dar a luz.

Ni tarda ni perezosa, la mujer tomó su rebozo, se subió al caballo que la esperaba afuera de su casa, y ambos, mujer y charro, partieron al galope.

La mujer no reconocía los lugares por donde la llevaba el jinete, muy asustada iba encomendándose a la Virgen María.

Al poco rato llegaron a un humilde jacal donde se encontraban varias mujeres rodeando a una parturienta que gritaba y se contorsionaba por los dolores del parto.

Se trataba de la esposa del charro. La partera bañó a la mujer, le puso un lienzo mojado en la frente, le indicaba cómo debía respirar y todo lo que debía hacer para llegar a buen fin en el alumbramiento.

Las mujeres ayudaban en estos menesteres mientras el charro esperaba afuera de la casita.

En una ocasión que la partera salió del jacal a refrescarse, le dijo al apurado esposo que el bebé ya había sacado media cabeza y que pronto nacería.

Efectivamente, en un momento dado la mujer profirió un fuerte alarido, la partera la puso de cuclillas mientras dos mujeres la sostenían de las axilas, y el bebé salió de la madre quien al poco rato arrojó la placenta.

El charro entró a la casa y se extasió con su hijito recién nacido al que inmediatamente encontró parecido con su propia persona.

Después, el charro acompañó a la partera de regreso a su  casa, previa entrega de una bolsita llena de monedas de oro y con la consigna de que no contase a nadie lo acontecido esa noche, porque si lo hacía su  vida peligraría.

Asustada ante la amenaza, la mujer se metió en su casa, puso la tranca y esperó a oír los pasos del charro que se alejaba… pero nunca los escuchó, el hombre y su caballo habían desaparecido misteriosamente.

Como estaba muy asustada, la partera contó lo sucedido a una amiga, quien le aconsejó que se llevase la bolsita del dinero y lo regalara a la iglesia. Así lo hizo la mujer.

Al día siguiente la mujer amaneció muerta en su cama, el charro había cumplido su amenaza y ante la desobediencia de la mujer habladora, le quitó la vida.

Varios vecinos aseguran que en la madrugaba habían visto cabalgar al hombre cerca de la casa: se trataba del charro fantasma que aun en nuestros días vaga galopando por los terrenos de La Marquesa.

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