domingo, 14 de agosto de 2016

LA SIRENA



Un día la Sirena, que vivía en el mar, salió a pasear a la Tierra. En todas las casas por las que pasaba pedía hospedaje, pero nadie la aceptaba.
En el quinto pueblo al que llegó la aceptaron en una casa. Agradecida, la Sirena le pidió a la dueña una jarra para ayudarla a acarrear agua, y le solicitó que una sus hijas le indicase donde estaba el pozo.
Cuando llegaron la Sirena le dijo a la niña que no tuviera miedo de lo que iba a presenciar. Tomó la jarra, la echó al pozo e inmediatamente el agua se arremolinó, salió un arcoíris y el viento se levantó.
Entonces, la Sirena se arrojó al agua. La niña corrió a la casa a buscar a su padre. Cuando ambos llegaron al pozo vieron que el agua estaba arremolinada y lodosa.
El padre, al darse cuenta de que se trataba de la Sirena, fue a buscar al presidente del pueblo.
Llegaron al pozo acompañados de toda la comunidad y se dieron cuenta de que se había convertido en una laguna.
Acudieron a los adivinos para que les dijesen cómo podían sacar a la Sirena del agua, pero éstos se declararon incapaces y remitieron al presidente y compañía, con el sacerdote del pueblo. El sacerdote efectuó una misa cerca de la laguna, pero la Sirena no salió. El presidente decidió ir a consultar con el mejor adivino. El adivino sacó sus cristales mágicos y confirmó que la Sirena se encontraba dentro de las aguas. Se puso a la orilla del pozo y rogó a la Sirena que saliese.
Ella vaticinó que al final del año habría un tremendo diluvio que terminaría con la Tierra. Les dijo que saldría si le traían doce pollitos, trece gallos, doce guajolotas, trece guajolotes, doce puercas, trece puercos, doce muchachas y trece muchachos.
Las personas, muy asustadas, decidieron ir a consultar a los Truenos para que las ayudasen, pero los Truenos respondieron que la Sirena era una compañera y que nada podían hacer para que saliera, pero si Taqsjoyut, El Hombre que Come Brasas, les ayudaba, ellos desatarían al Relámpago para que lloviera. Cuando fueron a verlo, Taqsjoyut les dijo que cuando sacara del agua a la Sirena la Tierra iba a temblar muy fuerte, pero que no debían asustarse.
Taqsjoyut dio cita a los Truenos en la cima de una colina en donde se encontraba un árbol enorme.
Al llegar los Truenos se posaron en las ramas del árbol. Durante una hora discutieron lo que debían hacer. Al término, ordenaron a las personas que buscaran dos cargas de leña, les prendieron fuego, hasta que no quedaron sino pequeñas brasas. Taqsjoyut tomó las brasas de la primera carga de leña y se las tragó; a continuación se revolcó en las brasas de la segunda carga y todo el cuerpo se le incendió. Mientras tanto, se escuchaban fuertes tronidos y la lluvia caía a torrentes.
Taqsjoyut dio tres saltos y se arrojó al pozo.
Al sentir el agua caliente la Sirena gritaba que no quería salir, pero el pozo acabó por secarse; entonces, Taqsjoyut la tomó de su trenza, la amarró y la sacó fuera del pozo.
Hecho lo cual, El hombre que Come Brasas, se fue volando a su casa. En agradecimiento, toda la población le obsequió con pollos, guajolotes, ranas, y demás animales comestibles. 

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