viernes, 22 de junio de 2018

LO QUE NOS TOCÓ




Es común escuchar a mucha gente decir: "Esto no fue lo que elegí; fue lo que me tocó vivir"

Contemplo mucho de los rostros personas que encuentro por el camino, las que pasan de largo, esas que por cualquier razón llaman la atención y también las que transitan como desapercibidos; hay pobres y ricos, blancos y negros, altos y bajos, gordos y flacos, cada uno vive su realidad y cuando pienso de dónde viene esa diversidad, muchas veces concluyó, fue lo que les tocó vivir, ellos no lo eligieron así.

Nadie eligió lugar, color, familia, apariencia, raza, estatus o condición para nacer. Muchos soñaron en su vida hacer otras cosas muy distintas a las que les tocó ser y hacer; la solución ante esto no es resignarse, que suena como acomodarse, estancarse; sino por el contrario, aprender a amar la vida tal y como es.

Pienso en la inconformidad de la humanidad, hoy en día nadie está satisfecho con lo que es ni con lo que tiene, siempre hay algo que quieren cambiar o que consideran les ha de faltar; y ante la pregunta del por qué se sienten así, muchos han de responder: "yo no lo elegí, fue lo que me tocó vivir"

De ese sentirse insatisfechos, de todos esos vacíos que se crean por el desconcierto y la no aceptación de eso que les tocó vivir como su realidad, se llega a crecer sin motivaciones y pueden surgir acciones que más adelante pueden traer consecuencias irremediables, que hagan daño a sí mismo o a los demás; personas que matan o roban por el hambre o las carencias materiales, suicidios de aquellos que no aman la vida o no encuentran ante su realidad otra salida; abusos por la ambición, violencia como respuesta a violencia o que surge como venganza por lo que les tocó o simplemente amargura y decepción, baja autoestima y depresión.

¡Hay que aceptar la realidad! Es lo que muchos han de expresar, y a veces suena pesimista, porque hay quienes consideran que la realidad es todo lo malo que nos ha de pasar y que no podemos evadir ni cambia ¿Pero qué significa realmente? ser realistas es ser conscientes de aquellas cosas o situaciones que existen y que hay que asumir y enfrentar. Aceptar la realidad, no significa resignarse, cruzarse de brazos, martirizarse, auto compadecerse, acomodarse, estancarse, dejar todo pasar, es vivir cada día con lo que nos ha de traer; pero no simplemente porque que fue lo que nos tocó vivir y no hay nada más que hacer, sino, porque aunque hay cosas que no se pueden cambiar, sí las podemos transformar y renovar según como las hemos de ver, apropiarse, afrontar y superar; no como respuesta a la inconformidad o porque de ello dependa nuestra realización personal, sino porque hemos sido creados para ser felices y antes de pasar la vida pensando en lo que no tenemos o no queremos aceptar; es mejor concentrar nuestra atención y disfrutar todo lo que poseemos y que le da un valor a lo que somos, porque por algo Dios pensó en nosotros así tal cual y nos dio la vida como prueba de su inmenso amor, y a la vez para hacer en cada una de sus criaturas su sueño realidad.

Borremos de nuestra mente, boca y corazón la frase conformista y autocompasiva: "Fue lo que nos tocó" no dediquemos nuestra vida a pensar y a lamentarnos por aquello que nos hizo falta o por lo que no nos gustó; descubramos todo lo grande, bueno y maravilloso que tenemos, luchemos por superar las limitaciones que como seres humanos poseemos; no para ser más que los demás y arrasar con lo que por el camino hallemos, sino para trascender, superarnos, sentir que como hijos de Dios y poseedores de un toque de su perfección, podemos transformar y renovar el universo y hacer de él un mundo mejor.


No hay comentarios:

Publicar un comentario