jueves, 19 de julio de 2018

EL AMOR DE DIOS




Ante el cuestionamiento, en qué se diferencian el ser humano y Dios; yo encontré la respuesta: en el Amor. Hemos sido creados a su imagen y semejanza, en cada hombre y mujer ha puesto el toque de su perfección; pero nos hace diferentes a El, el amor.

El amor de Dios es eterno, supera el tiempo y la distancia, se entrega todo sin reservas, implica total donación; el secreto de sus milagros es precisamente su amor, es tan grande y tan fuerte que nada ni nadie lo acaba, lo rompe ni lo vence, no se agota en la medida que se da, por el contrario entre más se ofrece, más se multiplica y se fortalece. El amor de Dios todo lo puede, no conoce de imposibles, de Dios viene y a Dios va, se hace grande cuando oramos por la persona a la que decimos amar; está lleno de fe y confianza, porque al amar como Dios ama, se ofrece un amor libre que no ata ni crea dependencia,
sino que deja al otro en total libertad.

Si amaramos con el amor de Dios, el mundo seria perfecto, no existirían las envidias, las guerras, el odio ni el rencor, no habría discriminación, ni baja autoestima, no se hallarían diferencias, rechazos, injusticias, vacíos, soledad, infidelidad, inconformismos, rupturas ni traición; porque es un amor tan real que no critica, ni condena, sabe siempre perdonar, sana, restaura, renueva y transforma a quien lo experimenta y a quién se le ha de entregar. Si amaramos con el amor de Dios, no solo amaríamos al que nos ama, también aprenderíamos a amar al que nos juzga y condena, a ese que por su propia humanidad nos cuesta aceptar; y ese mismo amor que sentimos, sanaría las heridas, vencería las barreras que solemos poner y que muchas veces nos alejan de los demás.

El amor de Dios es perfecto, por y con amor nos soñó y nos regaló la vida como el más grande don, para que viviendo podamos recibir y entregar amor. El amor de Dios es tan pleno, que El mismo se hizo hombre y le dio vida al amor, se donó por entero, hasta la última gota de sangre derramó, y dio testimonio de esa frase que en su evangelio predicó: Nadie tiene mayor amor, que aquel que es capaz de dar la vida por amor


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