El
pueblo de Bolonchén se encuentra en el estado de Campeche; su nombre significa
en lengua maya Nueve Pozos. Cerca de este poblado se sitúan las famosas Cuevas
de Xtacunbilxunan. De Bolonchén surgió una leyenda de amor que a continuación
relatamos.
A raíz de la llegada de los
españoles a tierras mayas, muchas ciudades desaparecieron devastadas por los
conquistadores. Ante tal hecho, los habitantes de dichas ciudades decidieron
fundar el poblado de Bolonchén, llamada en aquel entonces Bolonchenticul.
Sucedió que en cierta
ocasión la ciudad sufrió una fuerte sequía, y por más que sus pobladores oraron
y dieron ofrendas al dios del agua Chaac, la deidad no los escuchó y la sequía
continuó. En esas estaban cuando el cacique guerrero de la aldea se enamoró de
una hermosa muchacha, cuya madre no estaba de acuerdo con esa relación, por lo
cual decidió esconder a su hija.
Cuando
el jefe enamorado dejó de ver a su amada, se deprimió enormemente y ya no
gobernaba como era debido. Le rogó a Chaac para que le ayudara a encontrarla; y
ya completamente desesperado, envió a los guerreros a buscarla por todos lados.
Ya llevaban varios días buscando a la joven, cuando uno de los guerreros
escuchó un llanto que venía de lo profundo de una gruta. Enterado, el jefe
ordenó que se construyera una escalera grande con madera y reatas para bajar
hasta el fondo de la gruta. Construida la escalera, el jefe guerrero descendió
hasta donde se encontraba su amada, a la cual abrazó tiernamente. Ambos
lloraban de alegría por haberse podido reunir nuevamente, a pesar de la
oposición materna.
De repente, el guerrero se
dio cuenta de que en la gruta había siete estanques plenos de agua cristalina.
Loco de felicidad por el hallazgo, en seguida les puso nombre a los estanques,
que se llamaron: Chac Ha, Pucuel, Sallab, Akab Ha, Chokoj, Oci Ha y Chimais Ha.
Eran un regalo del dios Chaac, pues con los manantiales encontrados el pueblo
de Bolonchén ya no carecía de agua para poder sembrar como es debido sin temor
de perder los cultivos, y de que sus habitantes pudiesen beber toda el agua que
desearan.
Gracias al gran amor del
jefe guerrero, el agua ya nunca escasearía en Bolonchén. Desde entonces al
lugar se le conoce con el nombre de Los Pozos del Amor.
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