viernes, 30 de noviembre de 2018

BERTA Y ELODIA




En la Ciudad de Puebla vivían Berta y Elodia, dos hermanas que se destacaban por su gran belleza. Como eran vanidosas y coquetas contaban con muchos pretendientes, con quienes gustaban divertirse, jugar bromas, y cuyos elogios las hacían felices. Siempre estaban de fiesta y a la conquista de nuevos amoríos. Ni que decir tiene que los galanes agasajaban a las dos hermosas mujeres llevándoles serenatas casi todos los días con la intención de obtener sus favores.
En cierta ocasión, paseando por las calles del Puebla con algunos pretendientes y ya casi anocheciendo, las hermanas se detuvieron frente a la iglesia de la Doctora Santa Teresa de Jesús. Al ver el humilde portón, se acercaron a él y Berta llamó tres veces con los nudillos. Al poco tiempo se escuchó una voz por detrás de la puerta que preguntaba: – ¿Quién llama? A cuya pregunta Berta respondió: – ¡Por favor Madre, le suplico encarecidamente que rece usted por dos mujeres que se encuentran muy enfermas y sufren en demasía! Pida al Cielo por ellas, porque si no ocurre un milagro es seguro que morirán esta misma noche.
En seguida, se oyó una voz que respondía: – ¡Querida hermana, pierda usted cuidado, Voy a decirle a todas las monjas de este convento que dirijan sus plegarias a Dios todo poderoso para que auxilie y salve a esas pobres enfermitas!
Muy satisfechas por la broma, Berta y Elodia siguieron tranquilamente su camino. Al llegar a su casa, invitaron a los galanes que las habían acompañado a una fiesta que se celebraría al siguiente día.
Así pues, al otro día, amigos y pretendientes llegaron a la casa de las coquetas hermanas con el propósito de pasar un buen rato con las bromistas mujeres. Pero al tocar el portón nadie acudió a abrirles la puerta, y toda la casa estaba en completo silencio.
Al no tener repuesta, los invitados entraron forzando una ventana, pues estaban seguros de que se trataba de una de las tantas bromas que les gustaba a las hermanas hacer a todo el mundo.
Al entrar en el salón los invitados quedaron mudos de asombro al ver que en él se encontraban dos ataúdes negros. Todavía pensando que se trataba de una broma pesada de Berta y Elodia, se acercaron a los ataúdes. Fue entonces que se dieron cuenta de que dentro de ellos se encontraban los cuerpos sin vida de las muchachas.
Así terminaron las hermosas mujeres, víctimas de su propia broma, pues con Santa Teresa y con la Muerte no caben las bromas ni los juegos.


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