miércoles, 17 de abril de 2019

LA SIRENA




Cuenta una leyenda otomí del Estado de México que cerca de San Miguel Ameyalco existían dos manantiales de hermosa agua cristalina. En uno de ellos vivía una bella Sirena; en el otro habitaba un Sireno. Ambos se querían mucho y pasaban la mayor parte del tiempo juntos, bien fuera en un manantial o en otro. No vivían juntos porque les gustaba tener privacidad. Pero un nefasto día la hermosa Sirena se murió por causas desconocidas y el Sireno se quedó solo  muy acongojado y triste sin su pareja y con ganas de tener una nueva.
En cierta ocasión una muchacha que estaba a punto de casarse, se fue a lavar las manos al manantial del Sireno, pues se había ensuciado con una fruta que comía por el campo mientras se paseaba para calmar los nervios que le producía su cercano enlace. Cuando metió las manos al agua vio una pequeña tinaja que contenía monedas de oro, collares, aretes, brazaletes, anillos y muchas joyas también de oro, acompañadas de bellos listones de todos los colores para adornarse el cabello.
Al ver esa maravilla de joyas y aderezos, la joven se inclinó más hacia el agua a fin de poder tomar la tinajita y llevársela, pues ya se imaginaba lo bella que se vería el día de su matrimonio con tan suntuosas joyas. Al tomar la tinaja, la joven desapareció en el agua y nunca se la volvió a ver. El Sireno se la había llevado para que fuera su  nueva pareja. Con el tiempo a la muchacha perdió las piernas le salió una cola, y pudo respirar dentro del agua sin morir, se volvió Sirena.
En el pueblo de San Juan Ameyalco nunca se volvió a ver a la muchacha. Su novio murió de pena, pero ella pudo lucir las deslumbrantes joyas con su marido el Sireno.


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