domingo, 27 de septiembre de 2015

EL CHATO Y CHABELITA



El Chato tiene muchos nombres: Enano, Ermitaño, Salvaje, entre los nahuas le llaman Chilobo, y los indios popolucas lo conocen como Junchuch.

El Chato es un ser fantástico peludo y hermafrodita. Su parte femenina tiene unos senos enormes, y su parte masculina cuenta con unos testículos grandotes.

En Veracruz dicen que son tan grandes que para caminar se los tiene que echar al hombro. Es peludo como un chango, de tamaño chiquito y con los pies al revés.

El Chato vive en cuevas en donde acostumbra comer carne humana. Cuando algún ser humano tiene la desgracia de verlo irremisiblemente se enferma de “susto”, enfermedad que puede volverlo loco y hasta matarlo.

El Chato proviene del Inframundo y está en contacto con el Diablo. Surgió en épocas pasadas cuando aún Jesucristo no había venido a la Tierra y todo era oscuridad. Sólo la risa es capaz de acabar con él. Si alguien se lo topa por los caminos de Dios, debe ponerse a reír a mandíbula batiente, entonces El Chato pierde poderes porque se debilita con la risa, pues es muy susceptible y no tolera que se burlen de él.

Justamente eso fue lo que le pasó a Chabelita una jovencita de no malos bigotes. Chabelita era bonita, caprichosa y consentida.

Vivía con sus padres como hija única, y aunque estaba muy mimada y a veces era antipática por creída, era una buena jovencita que iba a la escuela bilingüe de pueblo, pues Chabelita era una india popoluca orgullosa de hablar la lengua de sus antepasados.

Un día decidió no ir a la escuela e irse de “pinta”. Tomó de la cocina tres tortillas, un poco de queso y chile, y se fue hacia la laguna a pasear. Estaba sentada muy quitada de la pena cuando a lo lejos vio a una especie de perro que se acercaba. La chica se le quedó mirando y, de pronto, se dio cuenta que no se trataba de un perro sino del mismísimo Chato.

 Chabelita le vio y quedó impresionada de lo feo y lo peludo, pero cuando vio sus enormes testículos en su hombro, la niña, asqueada se vomitó y se desmayó. Horas después, su padre la encontró, e inmediatamente la llevó con el curandero del pueblo. Facundo decretó que se había enfermado de “susto”.

El chamán le hizo limpias, la bañó en temascal, le dio masajes, la sahumó, y le dio a beber té de hierbas curativas, todo acompañado de complicadas ceremonias, rituales y rezos.

Pero todo fue inútil, Chabelita “perdió el alma”, se fue consumiendo poco a poco hasta que murió. ¡Nunca se acordó que debía reírse de El Chato!

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