Una leyenda michoacana
nos cuenta que en el Valle de Nocupétaro, situado en la región de Tierra
Caliente, en el actual estado de Michoacán, vivía Campincherán, rey de los
chichimecas y los nahuatlacas.
Tenía una hija llamada
Marili, atractiva joven de largos y negros cabellos.
Un día el rey debía
acudir a una importante reunión con los mexicas, y como no quería dejar a su
hija sin vigilancia, le pidió a su amigo Satán que la cuidase, quien aceptó
gustoso el encargo. La muchacha que nunca había visto a un joven, al ver a
Satán se enamoró perdidamente de él y le pidió que se casara con ella, previo
permiso de los superiores del muchacho.
Al oír la petición, el
demonio Satán junto todas las joyas y el oro de Campicherán y las cubrió con
piedras y lodo; le pidió a Marili que se acostara encima del montón, y se fue
corriendo con su superior.
Cuando el diablo mayor
oyó que su subordinado le pedía permiso para casarse, le propinó una terrible
paliza, alegando que nunca le permitiría casarse con la hija de un hombre tan
celoso, y que eso no era digno de un diablo.
Para evitar cualquier
desobediencia, el Diablo mayor encerró al esperanzado diablito.
Como nunca volvió con
Marili, las piedras y el lodo se convirtieron en el cerro de Mariana, donde
yace la pobre muchacha enterrada esperando el regreso de su amado.
El rey, al regresar y
darse cuenta de lo que había pasado, enloqueció y se convirtió en un ventarrón
que desde entonces puede sentirse alrededor del cerro.
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