Esta famosa batalla tuvo lugar en el año de 1862, en las proximidades de
la Ciudad de Puebla, durante la llamada Segunda Intervención Francesa. El
ejército de México estaba dirigido por Ignacio Zaragoza quien luchaba contra
las tropas invasoras comandadas por Charles Ferdinand Latrille, conde de
Lorencez.
Cuenta una leyenda que un niño zacapoaxtla de la Sierra Norte de Puebla,
se encontraba en la cercanía de los fuertes de Lorenzo y Guadalupe, que
originalmente fueran capillas edificadas en el cerro Acueyametepec en honor a
la Virgen de Loreto y a la Virgen de Guadalupe, y que en los inicios del siglo
XIX se convirtieron en fortalezas militares. El lugar era clave para las tropas
francesas, pues conquistando los fuertes, se abría el camino hacia la toma de la
Ciudad de México. Por tanto era primordial para las tropas de Zaragoza conocer
los movimientos de los soldados franceses.
Como no podían ver bien la posición del enemigo, ni siquiera subiéndose
a los árboles, cuyas ramas eran muy frágiles, el niño zacapoaxtla se subió
ágilmente a un gran árbol con el fin de ver la posición de los soldados
franceses y avisar a los mexicanos. Desde lo alto del árbol el niño iba
diciendo a los mexicanos las posiciones y movimientos de los invasores.
En ese momento los franceses se dieron cuenta de la presencia del niño y
empezaron a atacar furiosamente. El niño persistió en su posición y siguió
avisando de los movimientos del enemigo, cuando una terrible bala alcanzó el
corazón del chamaco. Cayó al suelo ya muerto y ensangrentado.
Con los informes proporcionados por el pequeño zacapoaxtla, los soldados
mexicanos lograron vencer al tan reputado ejército francés. La ayuda había sido
valiosísima. Poco tiempo después, enterraron al intrépido mocito, e Ignacio
Zaragoza le nombre héroe de la Batalla de Puebla.
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