Cuenta una leyenda de
Querétaro que en una hermosa casa situada en el campo vivía una madre con sus
tres hijos. Como la mujer se encontraba tan sola, decidió unirse a un hombre
que le hacía la corte desde hacía tiempo. Pero el hombre era malo, y pasado un
cierto tiempo empezó a maltratar a los hijastros: los golpeaba, los amenazaba,
los mal alimentaba y les restringía el agua.
De los tres niños, el
padrastro odiaba más a la pequeña que contaba con diez años. Con ella se
ensañaba más; hasta que un día arrojó a la criatura por las escaleras y murió
al instante. Para escapar al merecido castigo de la justicia, el cruel hombre,
junto con la mujer y los niños restantes, huyeron hacia una ciudad desconocida.
La casa quedó vacía, y
pronto fue habitada por otra familia. Los nuevos habitantes se quejaban de que
escuchaban gritos y llantos lastimeros, y voces que no sabían de dónde
procedían. A veces escuchaban golpes en una puerta y voces infantiles rogando
que les dieran comida y agua.
Pero lo más terrible era que
veía a una niña vestida de blanco que se paraba al borde de la escalera y era
empujada por una mano invisible que la arrojaba hacia abajo. La escena se
repetía día con día, y la familia, sumamente asustada, se vio en la necesidad
de abandonar la casa embrujada, la cual desde entonces sigue desocupada, aunque
los que pasan cerca de ella aseguran oír voces infantiles clamando clemencia.
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