Hace muchos años en la
región del actual estado de Sinaloa, en el pueblo de Mázatl, hoy Mazatlán
vivían tres hermosas hermanas que eran las hijas del cacique que gobernaba dicho
pueblo.
Los habitantes del
poblado querían mucho al mandatario ya que había sido muy buen gobernante, y el
cariño se extendía hasta las muchachas, quienes además de bonitas eran muy
bondadosas.
El pueblo estaba situado
en la desembocadura del río Quelite, el clima era maravilloso, tranquilo,
apacible y caluroso. Sin embargo, un funesto día, el clima empezó a cambiar y
se produjeron terribles vientos huracanados que arrasaron con casas y
sembradíos.
El mar empezó a subir en
demasía; el gobernante, temeroso por la vida de sus súbditos, acudió con los
sabios chamanes de la tribu para pedirles consejo acerca de lo que debía
hacerse, a fin de detener la terrible catástrofe que estaban pasando.
Los sacerdotes chamanes,
después de consultar a los dioses, le dijeron al gobernante que la solución
estaba en sacrificar a una de sus hijas.
El tlatoani se mostró
renuente a matar a una de sus niñas, pero ante los terribles vientos y la
lluvia continua, una de las muchachas se presentó ante el mandatario y le
informó que estaba dispuesta a sacrificarse para detener el horrible clima.
Cuando la joven caminaba por la playa hacia la mar dispuesta a morir, sus dos
hermanas le dieron alcance afirmándole que no la dejarían morir sola. Así pues,
las tres se adentraron en el océano y desaparecieron.
Cuando amaneció el día
siguiente, el clima había mejorado sensiblemente, ya no había vientos, la
lluvia se había detenido, y el mar ya no amenazaba con desbordar al pueblo.
Ante tanta maravilla, los indígenas salieron a la playa y,
estupefactos, observaron que no lejos de ella habían aparecido tres hermosas
islas, justamente frente al pueblo, a las que llamaron Isla de Pájaros, Isla de
Venados e Isla de los Lobos.
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