Tapalpa
se encuentra ubicada en el estado de Jalisco. El nombre de esta población
proviene de la lengua otomí y significa Lugar de Tierra de Color, de dicha
localidad proviene la leyenda que a continuación relataremos.
En la iglesia de Tapalpa
vivía el padre Bernardo. Entre sus feligreses había una mujer, Marta, que cada
domingo iba a confesarse. El cura ya estaba cansado de oírla, pues sus
confesiones tenían mucho de fantástica y de terroríficas, por lo cual suponía que
eran puro invento de la dama.
Un domingo del mes de
octubre, apareció en el confesionario Marta, como ya era costumbre y el padre
Bernardo se apresuró a escucharla a fin de quitárselo pronto de encima. La
mujer le dijo que había visto un aparecido en su casa, y lo describió: era un
hombre robusto, pero de baja estatura, moreno y de pelo lacio, con una
protuberancia en la nariz. Al oír el relato el cura le preguntó a Marta si lo
había conocido en vida, pregunta a la cual la mujer contestó que no, que nunca lo
había visto ni conocido. Pero le afirmó que el espanto estaba seguro de conocer
al padre Bernardo.
Ante
estas palabras el sacerdote se mostró extrañado y expresó: ¿Ese ente del Más
Allá le dijo a usted dónde me conoció? La mujer haciendo memoria le respondió
al cura: – ¡Sí, padre mío, creo recordar que mencionó un sitio en el que había
abedules o algo relacionado con ellos!
Al escuchar la respuesta a
Bernardo se le fueron los colores de la cara, pues en una finca donde había
muchos abedules le había dado muerte a su hermano menor. Después de cometido
tan nefando crimen, Bernardo había huido del pueblo en donde se encontraba la
finca y se escondió en la población de Tapalpa, que quedaba bastante lejos.
Llegó a este nuevo poblado y se hizo pasar por un cura al que esperaban en la
iglesia y que, por supuesto, nunca llegó, posiblemente asesinado por Bernardo,
el falso cura, y del cual tomó su identidad.
El cura Bernardo siguió
interrogando a Marta y le preguntó si el espectro le había dicho algo más.
Marta aseguró que no, que solamente le había pedido que fuera con el sacerdote
del templo porque quería hablar con él.
Asustado ante lo acontecido
Bernardo le dijo a la mujer que se fuera a su casa y que la esperaba a la
siguiente semana. Al anochecer, el falso cura encendió un gran cirio y con la
Biblia en la mano se puso a rezar con un fervor inhabitual en él.
Cuando dieron las doce de
la noche con doce minutos, súbitamente la puerta de la iglesia se abrió, y un
tenebroso fuerte viento como venido del Infierno echó las bancas por tierra. En
ese momento se escuchó una terrible voz que decía: ¡Conque ahora te escondes
bajo una identidad que no te corresponde, te haces pasar por quien no eres!
¡Pero te juro que pagarás por tu espantoso crimen! A lo que Bernardo respondió:
¡No me arrepiento, pues nunca dejaría que ella fuese tuya!
Entonces, el aparecido
emitió unas palabras en un lenguaje extraño, una lengua que ningún humano había
escuchado antes y Bernardo, el cura apócrifo, cayó al suelo convertido en
polvo.
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