A
quien conocemos como Jesús Malverde, pero quien se llamaba en realidad Jesús
Juárez Mazo, tenía el cabello y los ojos negros y tenía muchos epítetos: El
Santo de los Narcos, El Ángel de los Pobres, El Bandido Generoso… Lo de
Malverde le vino porque asaltaba en los verdes bosques y era un mal para los
asaltados. Malverde nació en Sinaloa en el año de 1870, y en cuanto pudo
se dedicó a asaltar a los ricos en los Altos de Culiacán. Sus víctimas
preferidas fueron los hacendados y gente adinerada como las familias de la
Rocha, los Redo, los Tarazonas y otras más. Parte del dinero que obtenía de sus
atracos se los daba a los pobres de Sinaloa. Parece ser que empezó con sus
fechorías para vengar la muerte de sus padres que habían muerto en la miseria,
a causa de los hacendados.
Antes de irse de ladrón,
ejerció los oficios de albañil y de obrero de los ferrocarriles, trabajando en
las vías del Ferrocarril Occidental de México y en el Ferrocarril Sud-Pacífico.
Cuando ya se convirtió en un ladrón reconocido, el general porfirista Francisco
Cañedo le puso precio a su cabeza. Después de una larga serie de robos, murió
el 3 de mayo de 1909. De su captura y muerte existen varias versiones. Una de
ellas afirma que lo agarró la policía y lo mató; otra nos cuenta que uno de sus
cotlapaches lo traicionó para obtener el dinero que por él daban las
autoridades; la tercera versión propone que en un enfrentamiento con la policía
recibió una herida que se le gangrenó y lo llevó a la tumba.
Antes
de morir y ya agonizando, le pidió a un compañero que lo delatara para cobrar
el dinero que por él ofrecía el mencionado general y que ese dinero pasara a
manos de los descamisados. Cuando murió se prohibió que lo enterraran y su
cadáver quedó colgando de un árbol de mezquite, como ejemplo para aquellos que
intentaran seguir sus pasos. Al caer su podrido cuerpo a tierra, los habitantes
de Culiacán empezaron a cubrir su cuerpo de piedras que iban arrojando: es por
ello que en sus ofrendas de flores y velas siempre se pueden encontrar piedras.
Tanto lo quisieron los pobres que lo convirtieron en santo, santo que por
supuesto no reconoce la Iglesia Católica. Su culto se fue extendiendo fuera de
Sinaloa a otros estados del país. Se le venera en varias capillas sitas en
Culiacán, Tijuana, Chihuahua, la Ciudad de México, y aun en Colombia y Los
Ángeles, en Estados Unidos. Como no está reconocido oficialmente como santo, se
le suele llamar “ánima”. Su culto tiene mucho de la tradición católica, como
por ejemplo la celebración de novenas, y los rezos que se le dedican para
obtener milagros y curaciones. Puede decirse que Malverde es el santo de los
emigrantes que van a los Estados Unidos, de los narcotraficantes, de los pobres
encarcelados injustamente o no, y el patrono de las causas perdidas.
Cuauhtémoc Villa Toledo,
escritor oriundo de Sinaloa, escribió una oración a Malverde que se ha hecho
famosa, la cual dice: Hoy ante tu cruz postrado ¡Oh
Malverde, mi Señor, ¡te pido misericordia y que alivies mi dolor! Tú que moras
en la Gloria y estás cerca de Dios escucha los sufrimientos de este humilde
pecador ¡Oh, Malverde milagroso!, ¡Oh, Malverde mi Señor, concédeme este favor
y llena mi alma de gozo!
Actualmente, la tumba de
piedras que le hicieron a su muerte fue destruida y sus huesos fueron
trasladados a una capilla, donde acuden sus miles de fanáticos cada año a
rezarle y pedirle toda clase de favores.
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