En
la Calle de don Bartolo de la Ciudad de Querétaro, se encuentra una casa
conocida como La Casa de los Espantos. Esta casa, que ahora lleva como
dirección en número 23 de la Calle de Pasteur Sur, cuenta con una terrible
leyenda.
En dicha casona vivía, a
finales del siglo XVII, un señor que se llamaba Bartolo Sardanetta, mejor
conocido por su apodo: El Segoviano. Don Bartolo era un español sumamente rico.
Su fortuna la debía al hecho de ser un prestamista que cobraba intereses muy
altos a las necesitadas personas que acudían a él con la esperanza de remediar
sus infortunios económicos. Cuando no le pagaban lo adeudado, el usurero se
quedaba con los terrenos y las casas que los incautos le habían dejado en
garantía.
Bartolo era un hombre
solitario. En su casa solamente estaban los sirvientes y una hermana suya que
fungía como ama de llaves. Corría el rumor por la ciudad de que El Segoviano
estaba muy enamorado de esa hermana.
Un
día en que era su cumpleaños, decidió hacer una fiesta como solía hacerlo en
tal fecha. Llegó la noche y cuando se encontraba reunido con sus conocidos de
la ciudad, hizo un extraño brindis y dijo: -¡Señores y señoras, brindo por mi
hermosa hermana, por mi alma y por el 20 de mayo de 1701! Todos los invitados
brindaron, aunque no entendieron muy bien el brindis en lo referente a la fecha
mencionada.
Pasó un año, y al llegar la
fecha del 20 de mayo de 1701, por la noche, en la bella casa de don Bartolo se
escuchó un terrible ruido que espantó sobremanera a los vecinos que lo
escucharon, quienes optaron por entrar a ver de qué se trataba tan espeluznante
alboroto. Junto a la cama de El Segoviano, encontraron el cuerpo sin vida de la
hermana quien había sido estrangulada. Y pegado al techo podía verse el cadáver
del hombre.
Nunca nadie supo qué había
sucedido con los hermanos. Fue un misterio hasta ahora no resuelto.
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