Vamos por el mundo, quizás sin pensar, el efecto que
causa en el universo, la palabra dicha, la acción realizada, aquello que
omitimos, el pensamiento construido, el paso que dimos.
Nos dejamos llevar de los instintos o simplemente por lo
que sentimos; olvidamos que quienes nos rodean son los que reciben, lo que
expresamos, damos, hacemos o decimos.
No se puede devolver el tiempo, lo dicho y hecho, dicho y
hecho está... no vuelve a renacer la flor que se ha marchitado; ni logra ser el
mismo, un corazón que con palabras y acciones, ha sido destruido,
quebrantado...
Nos adueñamos de la razón, cuesta tanto reconocer el
error, y es mucho más difícil aún pedir y ofrecer perdón. Duramos mucho tiempo
construyendo, lo que en un segundo, con una sola palabra, se puede acabar...
El mundo sería diferente, si optáramos siempre por
construir o reparar, con una sonrisa, una mirada dulce, un abrazo; en vez de
decir ofensas, dar una bofetada o simplemente seguir de largo, ser testigo del
dolor y no hacer nada... hay que pensar bien antes de actuar o de hablar, así
tendríamos la oportunidad de elegir, si queremos edificar o derrumbar...
A nuestro paso vamos dejando huellas, que quizás no
logramos ver; de nosotros depende que alguien vuelva a creer o tenga miedo y
prefiera no volver a confiar jamás.
Quizás
hasta preguntarán: ¿Qué hacer ante la ofensa, la mala acción o el insulto
recibido? Es fácil hablar de construir o reparar; pero que difícil es vivirlo
sobre todo cuando el corazón ha sido herido.
No podemos hacer del dolor y la destrucción, una cadena
que vaya arrasando por su paso a quien encuentre en el camino; no gana el que
más haya herido o destruido, ni es más grande quien haga derramar más lágrimas
o logre llegar a ser temido. Gana el que evita la discusión, el que devuelve
amor a cambio de odio y rencor; el que sabe callar a tiempo, el que tiene el
valor de pedir y ofrecer perdón, el que hábilmente reconoce su error, el que no
deja de creer a pesar del dolor; el que no se rinde de buscar a la luz aunque
vea todo oscuro a su alrededor; porque tarde o temprano, el que busca
encuentra, el que da recibe, el que siembra cosecha, el que repara y construye,
logrará algún día vivir en el mundo ideal con el que sueña, y dejará a su paso,
huellas de amor y paz.
Construir y reparar, ¡se puede!... solo hay que atreverse
a amar, no dejar de creer, y lo mejor de sí mismo dar...
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