sábado, 6 de diciembre de 2014

LA PRIMERA ATARAZANA DE MÉXICO




En los inicios del año de 1522, los conquistadores empezaron la edificación de la Ciudad de México sobre los terrenos donde estuviera la antigua ciudad de México-Tenochtitlán.  Después de cierto tiempo de haber dado comienzo la traza de la ciudad, entre 1522 y 1524,  se edificó la legendaria Atarazana, lugar para construir y reparar barcos, que más bien se utilizaba como una verdadera fortaleza que protegía a la ciudad de las posibles sublevaciones de los indios. Se construyó en el antiguo pueblo de La Candelaria de los Patos, cerca de la actual Avenida Circunvalación, espacio circundado por canales que llevaba el nombre de Macuitlapilco, “lugar de la cola de papel”. Ocupó la Atarazana el lugar de lo que anteriormente fuera un adoratorio dedicado a alguno de los dioses mexicas, sin saberse exactamente a cuál. Desde la Plaza Mayor, se llegaba a la Atarazana por la actual calle de Guatemala, antigua calle de Los Bergantines.

La fortaleza estaba construida una parte en tierra firme y otra sobre el agua. Tenía tres puertas lacustres que llevaba a tres galerías interiores. Contaba la Atarazana con una torre llamada Templum ubi orant, y un embarcadero que le sirvió a Hernán Cortés para atracar los famosos trece bergantines que empleó en la toma de Tenochtitlán. Como diría el Capitán: Puse luego por obra, como esta ciudad se ganó, de hacer una fuerza en el agua, a una parte de esta ciudad en que pudiese tener los bergantines seguros, y desde ella ofender a toda la ciudad si en algo se pudiese, y estuviese en mi mano la salida y entrada cada vez que yo quisiese…

Así pues, en caso de alguna rebelión por parte de los indios, los españoles tenían asegurada su escapatoria de la isla en los bergantines. Las piezas de artillería, los instrumentos, y pertrechos de las naves se guardaban dentro de la Atarazana en una bodega localizada en su parte trasera. En el piso de arriba se encontraban las habitaciones de don Francisco de Solís, el alcaide de la fortaleza, y una cárcel casi siempre plena de presos.

Hacia 1535, las aguas del lago empezaron a disminuir, por lo que la Atarazana corría un grave peligro de dañarse y, por supuesto, los bergantines no podían zarpar en esas condiciones. Debido a ello, las autoridades de la Nueva España, encabezadas por el primer virrey don Antonio de Mendoza, pensaron en la posibilidad de trasladarla a la calle de Tacuba. Sin embargo, en 1550 seguía en el mismo lugar muy destruía, deteriorada, y apuntalada para que no se cayese. En tales condiciones el edificio se mantuvo hasta principios del siglo XVII. 

Cabe la triste gloria a la Atarazana el haber sido el primer edificio construido en la capital de la Nueva España: la Ciudad de México, y el haber albergado a los bergantines del capitán Hernán Cortés con los cuales derrotó a los valerosos tenochcas.

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