lunes, 8 de diciembre de 2014

EL DARDO DE AGUA, AMÍMITL



Dardo de Agua, el dios de los lagos y los pescadores era bueno: protegía a los pescadores y apaciguaba tempestades. Muy adorado en la actual Tlahuac, que hace mucho tiempo era una isla llamada Cuitlahuac perteneciente al lago de Chalco, y en Xochimilco, lugar de chinampas, donde había muchos trabajadores del mar.

Cuando el dios se enojaba porque sus protegidos no le rendían culto como debía ser, no vacilaba en enviarle terribles enfermedades de índole acuosa: gota, gripa, pulmonía…

Cuando llegaba el día de su celebración, los pescadores reunidos cerca del templo entonaban un himno en su honor, dirigidos por los sacerdotes.

Himno muy bello, su teocuícatl, “canto de dioses”, que se acompañaba con música y danzas, y un vestuario sin igual, que decía: Junta tus manos, junta tus manos, en la casa, lleva tus manos a repetir este ritmo, y vuelve a separarlas, vuelve a separarlas en el lugar de las flechas.

Une las manos, une las manos en la casa, por ello, por ello he venido, he venido.  Sí, he venido, trayendo a cuatro conmigo, sí he venido, cuatro están conmigo.  Cuatro nobles, bien selectos, cuatro nobles, bien selectos, sí, cuatro nobles.

Ellos personalmente anteceden su rostro, ellos personalmente anteceden su rostro, ellos personalmente anteceden su rostro.

Otro teocuícatl dedicado a Amímitl, registrado por fray Bernardino de Sahagún, empezaba: Casa donde están conejos: tú vienes a estar en la entrada: yo vengo a estar en la casa de armas. ¡Párate ahí: ven a pararte ahí! Solo, solo, ay, lejos soy enviado. 

Estos cantos se llevaban a cabo en la fiesta a Mixcóatl del mes Quecholli, ya que el dios Amímitl se identificaba con  dicha divinidad, dios de las tempestades, de la guerra, y la cacería.

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