Hermosillo
es la ciudad capital del estado de Sonora y fue fundada en el año de 1700 por
Juan Bautista de Escalante, con el fin de contener los ataques de los indios
pimas y tepocas. En un principio recibió el nombre de Villa de Tepic, y en 1828
cambió al de Ciudad de Hermosillo.
Cuenta una leyenda que, en
la Calle de Serdán de dicha ciudad, hace ya algunos siglos, cuando aún recibía
el nombre de Calle del Real, era ya una calle muy transitada por el día, aun
cuando por la noche las personas evitaban pasar por ella y preferían tomar
otras calles para dirigirse adonde fuesen. Pero si tenían que pasar
forzosamente por esta calle, lo hacía con mucho temor y apurándose lo más que
podían.
Este temor de transitar por
la Calle Serdán se debía a que por las noches se escuchaban gemidos y lamentos
que provenían de mujeres embarazadas que rondaban las calles. Tales mujeres no
tocaban el piso, sino que flotaban a la vez que se desplazaban de un lado a
otro. Se trataba de mujeres fantasmas.
Tales
mujeres eran los espíritus de aquellas que habían habitado un convento que
estaba situado en la Calle Serdán y que habían sido recluidas en ese sitio
debido a que estaban embarazadas y sus familiares las encerraban para tapar la
vergüenza que tal hecho provocaba en las familias de alcurnia de la ciudad. Algunas
de las infelices mujeres embarazadas se convirtieron en monjas, pero de muchas
de ellas no se sabe lo que les ocurrió y no dejaron rastro alguno.
Con el paso de los años la
Ciudad de Hermosillo fue remodelada varias veces. En una de tantas, cuando ya
el convento había dejado de funcionar, los albañiles al estar tirando las
gruesas paredes del convento, se llevaron un terrible susto al encontrar muchos
esqueletos de niños recién nacidos y de mujeres.
Los esqueletos pertenecían
a los hijos de aquellas mujeres cuyos padres las habían encerrado por haber
cometido el terrible pecado de enamorarse y embarazarse. Los esqueletos de las
mujeres eran de aquellas que habían muerto en el momento de dar a luz.
Aún ahora, en pleno siglo
XXI, se pueden escuchar los gemidos lastimeros de las mujeres y los llantos
desesperados de los niñitos a los que no se les permitió vivir por ser hijos
del “pecado”.