Margarito
y Néstor López vivían en la Calle de Hebe en la Ciudad de Aguascalientes, en
hermosas casas de cantera. Eran sumamente ricos, caritativos y devotos. Después
de efectuarse la Sagrada Eucaristía en la misa de todos los días en el Templo
de Guadalupe, invitaban a sus amigos a desayunar en sus casas. Era una
costumbre que a todos gustaba.
En el año de 1860, los
hermanos salieron de sus casas y en el camino se juntaron con Lucas Infante y
su familia, más otras personas que pasaban por ahí, para dirigirse al Templo
como acostumbraban. La esposa de Néstor iba muy afligida, pues los médicos le habían
dicho que su hija Lupita se encontraba muy enferma y que solamente un milagro
podría salvarla. La mujer ansiaba llegar pronto al Templo para pedirle a Dios
que la salvara. Todos iban contentos menos la pobre mujer.
En un momento dado, cerca
de la huerta de la familia Leos, se apareció un hombre muy alto, vestido de
negro y tocado con un chambergo de ala muy ancha. Al acercarse tal hombre al
grupo, todos los integrantes se pusieron a temblar y sudar de miedo. Poco
después, el hombre había desaparecido. Al llegar al Templo todos estaban
verdaderamente asustados y nadie hablaba de lo acontecido. Una vez terminada la
misa, nadie acudió al tradicional desayuno en casa de Margarito, excusándose
por ello.
Al
día siguiente, al acudir las personas a misa, volvió a suceder lo mismo.
Apareció el extraño hombre y volvió a desaparecer. Este raro suceso se produjo
durante un mes. Las familias del grupo dejaron de ir a misa a esa hora, pero
Margarito y Néstor, con sus respectivas esposas siguieron acudiendo a la primera
misa. Cada mañana veían al hombre de negro, pero nadie comentaba nada.
Las personas que ya
conocían el hecho pensaban que era un alma en pena y le nombraban El Aparecido
de la Verada, pero todas le tenían mucho miedo a este hombre vestido de negro
con un inmenso chambergo, y ojos redondos y negros como el azabache.
Un día del mes de
noviembre, el hombre de negro se apareció como ya era costumbre, pero con una
horrible voz de ultratumba le dijo a don Néstor: -¡Tú tienes una hija muy
enferma, llévame con ella para que la cure! Al oír la terrible voz, todos
salieron corriendo hasta la iglesia, y le contaron al sacerdote lo sucedido,
con el fin de que los aconsejara lo que debían hacer. El padre, les dijo a los
hermanos López que accedieran a la petición del hombre de negro.
Cuando al siguiente día
volvió a presentarse el hombre del chambergo, repitió que quería curar a la
niña de Néstor y desapareció. Al dirigirse Néstor a su casa, su esposa le dijo
que el hombre misterioso estaba con Lupita. Rezaba, hacía ademanes extraños y,
para terminar le puso la mano en la cara y desapareció. Al momento la pequeña
sanó completamente. Los López nunca más tomaron el mismo camino hacia la
iglesia, cambiaron su ruta.
La niña volvió a jugar,
sana y salva, con sus amiguitas en el Jardín de San Marcos. ¡Pero en su carita
habían quedado marcados para siempre la huella de los dedos del hombre de
negro!
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