lunes, 21 de noviembre de 2016

QUIMICHPAPÁLOTL



En la dulce lengua náhuatl al murciélago se le conoce con los nombres de quimichpapálotl, “ratón mariposa”; y tzicanan, “murciélago”. Su carácter sagrado ha prevalecido hasta nuestros días en muchas comunidades indígenas y aún se mantienen vigentes leyendas y mitos en la tradición oral.
Una leyenda mexica narra que Tzinacan, otro nombre de Quimichpapálotl, nació de la simiente y la sangre que derramó Quetzalcóatl durante uno de sus auto-sacrificios. Poco después, la Serpiente Emplumada buscó a la diosa Xochiquetzal y mordió su órgano genital y lo llevó a manos de los dioses. Del agua con que lo lavaron surgieron múltiples flores de exquisitos aromas. Los dioses decidieron llevar el órgano a Mictlantecuhtli, el Señor del Inframundo, quien lo recibió, lo lavó otra vez, y de esa agua sagrada nació el cempasúchil, la amarilla flor de los muertos.
Otra leyenda nos narra que un día Quetzalcóatl estaba lavando su divino cuerpo cuando sus manos tocaron su pene y eyaculó. El semen cayó sobre una roca y de ella nació el murciélago quien se convirtió en el mensajero de los dioses por excelencia.
Quimichpapálotl estuvo relacionado con los puntos cardinales, pues fue el genio del este, así como el Ocelotl, jaguar, lo fue del norte; acipactli, monstruo del agua, representaba al genio del oeste; y cuautli, el águila, se relacionaba con el sur. Los templos nahuas dedicados a  Tzinacan fueron construidos en forma de herradura, con los altares ubicados hacia el este, donde se ubicaba el Inframundo. Los sacerdotes solían invocarlo para curar las enfermedades que pudiesen atacar a sus alumnos y darles muerte, pues consideraban que el dios tenía el poder de mantener la vida o de quitarle cortando el hilo invisible que unía el cuerpo con el alma.
En los templos llamados Cuauhcalli de Tenochtitlán, existía una sala compuesta de dos cuartos secretos: uno circular y otro rectangular. La sala recibía el nombre de Tzinacalli, La Casa del Murciélago. En esta sala se efectuaban las ceremonias de iniciación de los guerreros Jaguar y Águila. En el cuarto rectangular se guindaba un espejo de obsidiana y se encendía en el fuego una hoguera. El iniciado debía quedarse durante una noche en esta cuarto oscuro, mirarse en el espejo  y resistir. Si aguantaba verse y esperar, pasaba al cuarto circular donde un sacerdote le prendía fuego a la imagen del guerrero fabricada en papel amate, hecho que simbolizaba el paso de las tinieblas a la luz. El candidato debía  caminar hasta la luz de la fogata y decir las palabras: -¡Soy un hijo de la Gran Luz, Tinieblas, apártense de mí! En ese momento se escuchaba un poderoso batir de alas y aparecía la sombra de un ser humano con alas de murciélago que intentaba decapitar al intruso que se había atrevido a invadir sus dominios. Si el guerrero mostraba miedo, se le abría una puerta por la cual podía salir. En cambio, si resistía al temor hasta el amanecer y hacía frente a Quimichpapálotl, la puerta se abría para dar paso a un sacerdote-guerrero que le daba la bienvenida y le invitaba a entrar al templo, pues había demostrado su valentía.
Tzinacan, en su calidad de animal sagrado, quedó registrado en muchos de los códices  que han llegado hasta nosotros. Según nos presenta al murciélago el Códice Borgia (láminas 49 a 52) -o Códice Yoalli Ehecatl, Noche y Viento-  se trata de un animal que arrancaba las cabezas, un demonio entre los seres fantásticos del bestiario. Se le representa pintado de verde, en una mano lleva un átlatl, y con  la otra le saca el corazón a un esqueleto rojo con manchas amarillas. Como pectoral tiene una cabeza humana sangrienta. En la lámina 44 de dicho Códice, el sagrado Murciélago entrega a Xochiquetzal, diosa de las flores, un corazón humano, acción interpretada como  la entrega de la  vida del dios a la diosa, hecho que nos presenta al murciélago como un dador de vida.
En el Códice Vaticano B de comienzos del siglo IV, se le representa con una cabeza en las manos, pintada de color rojo, y con los bordes de los ojos  amarillos. Por su vestimenta y actitud sugiere a un tlacazinacantli, es decir, un hombre disfrazado de murciélago, ya que debajo de la garra del animal podemos ver una mano humana. Como tocado lleva una venda en la frente a la manera de dios solar, adornada con un chalchihuite, piedra verde sagrada, y con una cabeza de ave estilizada que le cae sobre la frente; a más, luce el gorro cónico de Quetzalcóatl, mitad rojo y mitad negro, con plumas en la parte de la nuca, por lo que se relaciona con Quetzalcóatl y el sacrificio.
El Códice Féjévary-Mayer nos muestra un hombre-murciélago cubierto de piel, con cabeza de murciélago, pintado de verde, el cabello oscuro, con un escudo en la región occipital, y una pequeña bandera de papel atributos todos que simbolizan al dios de la muerte. En la mano derecha lleva una cabeza humana y en la otra un corazón arrancado del pecho de la víctima.

sábado, 19 de noviembre de 2016

EL SAKÁ



El saká ha sido por siglos una bebida sagrada de los mayas, pues recordemos que el hombre fue creado a partir de la masa de maíz molido; con maíz amarillo y blanco los dioses formaron su cuerpo y nueve bebidas que le otorgarían fuerza y vigor.
Así, hombre y maíz han formado un todo indivisible desde su aparición en la Tierra.
Para fabricar saká -vocablo que viene de la raíz maya sak que significa maíz-, los mayas utilizan el proceso de nixtamalización, consistente en hervir el maíz en agua de cal, sólo hasta la mitad de su cocimiento, y agregarle la sabrosa miel. Esta bebida tiene como función principal el de ser ofrecida a los dioses del monte, conocidos como los yumil k’axob, “soberanos de los montes boscosos”, durante los procesos de la medición de la milpa, la tumba, la siembra, el deshierbe y la recolección que llevan a cabo los campesinos mayas.
En la ceremonia dedicada a Chaac, Dios de la Lluvia, el saká se coloca en las ofrendas del altar, caanché, dedicadas a la divinidad, para que les conceda a los campesinos una buena cosecha de maíz. Una vez ofrecida la bebida al dios, todos la saborean durante tres días, lapso que dura la ceremonia.
En los rituales que se efectúan de abril a mayo, los mayas les piden a los dioses de los vientos encabezados por Ik, que les ayuden a lograr una buena cosecha. Se preparan alimentos sagrados y aparece el saká y el balché, otra bebida ceremonial que se prepara con corteza del árbol llamado balché, agua virgen y miel, porque el árbol simboliza la vida, la sabiduría y la inmortalidad. El balché, a la vez que purifica, produce estados de conciencia alterados.
En el pueblo maya de Polyuc, Quintana Roo, cuando el campesino realiza el brechado –abrir surcos para sembrar-, reza durante quince minutos al dios Chaac y  le ofrece saká. El mismo ritual se repite cuando la milpa está creciendo y cuando llega el momento de cosechar. Durante tales rituales, se rocía saká en la tierra, junto con tizne y carbón del horno donde se preparan los alimentos ceremoniales. Se debe tener cuidado de no pisar el saká, porque entonces se podría “agarrar el mal viento”.  Las mujeres nunca participan en los rituales  deben quedarse en la cocina, ya que si acuden a la milpa y pisan el saká, Chaac se enojaría, lo cual sería fatal para la cosecha y para las mujeres.
En otro pueblo maya del Municipio de Carrillo Puerto, también en Quintana Roo, para propiciar una buena  siembra los campesinos emplean cinco jicaritas llenas de saká. Mojan una hoja de planta en el líquido y bendicen los cuatro puntos cardinales.
En el mes de agosto, cuando es el tiempo de medir el terreno, se hace una ofrenda de saká, que tiene como objetivo alejar a los animales peligrosos y matarlos. En este mismo mes, se lleva a cabo el brechado y se vuelve a ofrendar la sagrada bebida. La tumba se efectúa en octubre, noviembre, diciembre y enero, meses en los cuales se ofrenda el saká, a fin de que los campesinos estén protegidos de las picaduras venenosas, de las cuales las más frecuentes son las mordeduras de víbora. En marzo y abril tiene lugar la quema, cuando se llevan a cabo rezos y se ofrenda la misma bebida. Mayo y junio corresponden a los meses de siembra; se coloca la bebida en un determinado lugar de la milpa; transcurrida una hora se quita y se bebe. Para realizar el chapeo -limpiar la tierra de maleza- se ofrece saká para alejar a las víboras del monte. Llegada la cosecha en septiembre, se reza y se repite muchas veces el nombre del dios Chaac, al tiempo que aparece la bebida sagrada. Para la dobla de octubre y noviembre no se ofrece bebida alguna.
Esta ceremonia del maíz va acompañada de alimentos sagrados, consistentes en tortillas de maíz a las que se agrega saká, elaboradas de trece, diez o nueve capas superpuestas.
Cada capa representa una nube. Una tortilla de capas de masa forma el noh-wah. La tortilla de hasta arriba lleva orificios hechos con el dedo que representan los ojos del dios Chaac. En cada hoyito se ponen tres gotitas de saká, que se ofrecen a los dioses de la naturaleza y que simbolizan las lágrimas del Dios de la Lluvia. Los pequeños orificios se tapan con masa de pepita de calabaza, planta cucurbitácea que crece junto al maíz en las milpas, lo cual connota al cielo nublado por su color parduzco.
En el centro del noh-wah se dibuja con el dedo en bajorrelieve un crucifijo que se llena de saká y se tapa con masa de pepita.
El saká se emplea con fines rituales en otras celebraciones como la Semana Santa. A esta bebida se la conoce también como el Pozol Sagrado.

viernes, 18 de noviembre de 2016

COYOTE Y LA MUJER COMETA



Hace ya mucho tiempo, cuando todo era naturaleza y el hombre no había aún sido creado por los dioses,  en el Cerro de Guizachtlan vivía un Coyote que tenía la piel del color del oro, suave y brillante como las plumas del quetzal.
Se trataba de un Coyote muy tierno, nada agresivo y sí muy dulce, de mirada bonachona. Lo que más destacaba Coyote eran sus ojos: negros como el azabache y luminosos como las luciérnagas. Siempre estaba Coyote paseando por la serranía, investigando entre las peñas y acercándose a los arroyos para beber agua fresca y transparente.
Sus movimientos eran tranquiles y majestuosos, se sabía hermoso y poderoso, era el rey de los animales. Cuando se cansaba de sus paseos, volvía a su guarida para pasar el tiempo con su familia a la que adoraba.
Por las noches Coyote gustaba de caminar hasta la cima del cerro, después de haberse bañado en un arroyo y de haberse acicalado hasta quedar de una belleza majestuosa.
Entonces, en medio de la magnífica naturaleza que lo rodeaba, veía a Nana Cutzi, la diosa de la Luna, la madre encorvada, que se movía en el Cielo acompañada de miles de estrellas y de las Pléyades que él conocía como sus Cabritillas.
Una de esas noches en que Coyote se entretenía mirando hacia el infinito, vio un puntito en el Cielo.
El puntito cada noche crecía más, y conforme se agrandaba iba tomando la forma de una serpiente de fuego y a veces, la de una mujer de largos y espléndidos cabellos refulgentes.
La mujer hacía alarde de su belleza, y le gustaba que Coyote la admirara, era tan bella que opacaba a todas estrellas.
Las Cabritillas al ver a la estupenda mujer tuvieron envidia, pues fácilmente las superaba en brillo y belleza. Las Cabritilla y las demás estrellas, incluyendo a El Arado, se sintieron ofendidos ante tanta belleza que las hacía aparecer como unos simples foquitos de escasa luminosidad.
Nana Cutzi, siempre tan bella y tan blanca, no escapó a la envidia que había causada la bella mujer, de la furia que sintió al verse superada, le empezaron a salir manchas en su lisa cara que la dejaron marcada para siempre.
El Cazador del Cielo, Orión, se acercó a Coyote y le dijo: -Querido Coyote, hermano, esa mujer que apareció en el Cielo es bella, ostentosa y atractiva, pero no te preocupes, su aparición no durará mucho tiempo, pues dentro de poco desaparecerá tan rápido como llegó para irse a otros espacios siderales.
Esta mujer-cometa se irá como tantas otras que de vez en vez pueblan los cielos para desaparecer tan rápido como llegaron. Entonces todo será como antes de su llegada, y la calma volverá al Cielo, a Nana Cutzi,  a El Arado, y a las Cabritillas.
Sin embargo, a pesar de las tranquilizadoras palabras de Orión, Coyote no quedó en paz. Se había percatado de que la Tierra había sufrido la influencia de la aparición de la mujer-cometa: las barrancas eran más grandes y profundas que antes y algunas desaparecían completamente, los cerros crujían, el agua de los arroyos, lagunas, y riachuelos se evaporaba, nuevos volcanes surgían en la faz de la Tierra, y los ya existentes se volvían locos y echaban fumarolas, azufre y lava, los animales se ponían a actuar extrañamente como poseídos por demonios, los animales de los cerros eran reemplazados por otros animales extraños venidos de otras tierra, todos abandonaban a sus crías.
Ante estos increíbles hechos, Coyote decidió subir a la a la parte más alta del Pico de Tancítaro, el volcán más alto del estado de Michoacán, y con su voz varonil y potente, se dirigió a la mujer luminosa: -¿Quién eres extraña y bella mujer que te atreves a perturbar nuestra paz, y desequilibras la armonía de nuestro Cielo, y pones a la naturaleza en tan terrible caos? ¿Quién eres que te has atrevido a ofender a nuestra Nana Cutzi, a las Cabritillas, y a todas las otras estrellas del firmamento, causándoles desazón y envidia? A causa de tu súbita aparición la Luna se ha manchado de la cara.
Pero nosotros, los animales, no te permitiremos que la ofendas, ella es nuestra amada y querida Madre Luna. Por lo tanto, te conmino a que sigas tu camino y te vayas inmediatamente. Al oír tales palabras, la mujer-cometa detuvo su camino y volteó a mirar a Coyote, al tiempo que decía: –¿Y quién eres tú animal de cuatro patas que vive en las cuevas, tonto y majadero, cómo te atreves a insultarme? Por tus ofensas desde ahora carecerás de la capacidad de hablar, serás mudo, sólo te será dado aullar para expresar tus emociones o necesidades.
Con la voz débil por la maldición, Coyote alcanzó a decir: –¡La Luna y las estrellas son mis amigas, con ellas platico todas las noches.
Nana Cutzi siempre será nuestra Madre Luna, la Reina del Cielo, aunque me quites la voz nada cambiará! La mujer-estrella replicó indignada: –¡Sabe, pequeño animal peludo, que mi maldad y mi crueldad pueden ser tan grandes como mi belleza, yo puedo ocasionar terribles desgracias y calamidades.
Después de mi llegada ya nada será igual ni en la Tierra ni en el Cielo, pues entérate soy Citlalmina, la Estrella con Flechas, la creadora de todas las estrellas!

jueves, 17 de noviembre de 2016

LA ISLA DE LAS MUÑECAS



Murió el señor Julián Santana Barrera, nativo del Barrio de la Asunción falleció a la edad de 80 años, fue un personaje muy pintoresco. 
En los años 50 me tocó conocerlo y convivir con él, pues en esa época el señor asistía a la pulquería Los Cuates ubicada en la Plazuela de La Asunción.
Yo era el hijo del jicarero y el señor Julián comenzó a hablarme porque yo lo atendía, entre la gente del barrio era conocido con el mote de La Coquita pajarito abado que existe en la zona chinampera, debido a que ese pájaro era muy pequeñito.
 Él pasaba con su carretilla llena de verduras y hortalizas que él cultivaba, las llevaba a vender al tianguis de Xochimilco y siempre iba con su calzón blanco amarrado hacia las rodillas y con un jorongo.
Al término de sus ventas se iba a Los Cuates a tomar su pulque, pero a nadie de los presentes en la pulquería les hablaba, ya que era muy retraído, aunque después le dio por andar en los Barrios pregonando la palabra de Jesús y en cada esquina se ponía a rezar y a hablar de Dios.
En esa época hablar de Dios sin ser sacerdote significaba blasfemar, ya que se aplicaba a toda persona que no tenía autoridad sacerdotal para lo mismo y era mal visto en Xochimilco, por lo que más de tres veces fue agredido por el pueblo. Después le dio por recoger en todos los barrios las muñecas que estaban tiradas en la basura, más tarde se perdió, pues nadie preguntaba por él, por lo que no se sabía si aún vivía.
Pero cuando se realizó el rescate ecológico de Xochimilco en los años noventa y el lago estaba totalmente cubierto de Lirio Acuático, llamó la atención que su chinampa estaba rodeada de muñecas y en esa zona nadie vivía.
Era una choza hecha de chinami, carrizo, ramas de ahuejote y zacatón, y él a nadie recibía, vivía como un ermitaño.
Con el tiempo comenzaron a llegar periodistas que lo querían entrevistar y yo fui la persona afortunada a quien aceptó con los mismos, porque él se acordaba de mi persona cuando lo atendía en la pulquería Los Cuates.
Él no quería hablar sobre las muñecas que tenía en su chinampa, pero después él aceptó darnos su versión sobre las mismas.
El decía que estaba allí para ahuyentar a los malos espíritus y para que se dieran mejor sus cosechas. Platicaba que las muñecas aparecían de repente y que ellas lo acompañaban por las noches.
Tenía una muñeca preferida que era La Moneca, de todas las chozas que tenía, siempre la trasladaba de una a otra. Una de las chozas estaba llena de mulitas que él hacía con hojas de maíz y las tenía colgando, también tenía cruces que hacía con pedazos de madera de ahuejote, recortes y fotografías de personajes de la política, delegados de Xochimilco, artistas, estudiantes y gente que lo iba a visitar.
Su cocina estaba al aire libre y tenía un tlecuil hecho con lodo, un comal de fierro, tenía en su cocina alrededor, colgados carpas secas que pescaba frente a su chinampa, también tenía recortes de periódicos que los periodistas le regalaban de los reportajes que le hacían
Las personas que se encargaban de cuidarlo estaba su hermana y su sobrino El Chope, quien era el encargado de llevarle diariamente su comida y su desayuno, también era el que bajaba a Xochimilco a vender sus cultivos de su tío Don Julián.
Platicando con su sobrino, se le preguntó que cómo había sido el accidente y comentó que para él y su tío era un día común y corriente:
Temprano habían sacado agua lodo (lodo del fondo de l canal para hacer el chapin, composta de lirio acuático en donde encima se coloca el lodo, se deja reposar tres días y con un cuchillo hacen cuadros y en cada uno se depositan la semilla para hacer sus siembras.
Después fue a realizar otras cosas a la parte de atrás y se puso a pescar con anzuelo como siempre lo hacía y le comentó a su sobrino y le comentó que un pez se le había escapado dos veces.
Después le llamó Don Julián a su sobrino mostrándole el pescado que agarró, grande de por lo menos 4 ó 5 kilos y dijo:
-" ya lo tengo, él que se me había escapado"
El sobrino le contestó que estaba bien.
Don Julián entonces, le comentó que la sirena le había estado llamando por que se lo quería llevar y entonces le dijo que le iba a cantar para que no se lo llevara, porque al parecer anteriormente ya le había comentado su tío que cantándole a la sirena no se lo llevaba y le dijo su sobrino que tuviera cuidado.
-Yo voy a ordeñar las vacas y ahorita regreso. Entonces cuando el sobrino regresó con la leche, buscó a su tío, y descubrió que se había ahogado, lo que sucedió muy rápido.
Sus familiares, están muy dolidos de haber perdido a Don Julián, pero dentro de su tristeza ellos están conformes pues su tío murió donde él quería, junto con sus muñecas y la sirena del que tanto hablaba se lo había llevado.
El señor Julián era el clásico nativo de Xochimilco, delgado, lampiño, de barbita y bigote ralo, su cuerpo está siendo velado en la casa de su hermana en el Barrio de Xaltocan, en la calle prolongación 16 de septiembre con el número 136.
Su misa de cuerpo presente será a las 11:00 horas en la iglesia de Barrio de La Asunción y será sepultado en el Panteón municipal de Xochimilco Xilotepec.

martes, 15 de noviembre de 2016

UN FANTASMA ESCURRIDIZO



Esto me pasó hace ya un buen tiempo, allá por el año 1991 en el pueblo de Capultitlan, al sur de la ciudad de Toluca, yo vivo cerca del lugar, esta ciudad es la capital del estado de México.
Íbamos pasando por el referido lugar mi hermano y yo en nuestras bicicletas cerca de una presa vacía, en el lado norte de la misma hay un árbol y junto a ésta un altar a la virgen de Guadalupe.
En éste lugar vi a un muchacho sentado en el cual no reparé gran cosa en detalles, desvié mi mirada por unos segundos y al voltear el muchacho no estaba, se lo dije a mi hermano pues yo fui el único de los dos que lo vio.
Enseguida nos bajamos de la bicicleta y fuimos a ver a un lugar lleno de arbustos que estaba ahí cerca pensando que era algún bromista que nos quería jugar una mala pasada y se hubiera podido esconder pero no hallamos a nadie, nos quedamos extrañados ya que alguien normal no hubiera podido correr y esconderse en tan poco tiempo.
Años después, averiguando en Internet sobre leyendas de Toluca encontré que en dicha presa cuando tenia agua solía aparecerse una vasija flotando con artículos de limpieza y mucha gente al tratar de alcanzarla había caído al lugar y muerto ahogada, lo que al final explica el porque de dicha aparición.

lunes, 14 de noviembre de 2016

AMULETO



Es frecuente que prendidos a la ropa, en los dedos o en la mano más frecuente en la etnia gitana o inmigrantes sudamericanos o en las sabanillas de la cuna o moisés les pongan algún objeto de color rojo, colgante en forma de mano, o de otro tipo, con la creencia de que ahuyentan espíritus maléficos.

En la tradición cristiana es habitual ponerle al niño los escapularios con imágenes de la Virgen o de Santos, o con alguna reliquia, flor, piedrecita que ha sido bendecida en algún lugar de peregrinación o santuario.

martes, 8 de noviembre de 2016

CATARINA DE SAN JUAN



Cuenta una leyenda que la famosa China Poblana fue una esclava de noble estirpe procedente de la India donde vivió una parte de su niñez. Sus padres le habían puesto el nombre de Mirra (o Mirrah). Siendo todavía una niña, unos piratas portugueses la raptaron en la playa, donde la pequeña solía jugar recogiendo conchas y caracolas. Los malvados piratas la llevaron a la Ciudad de Cochín, en el estado hindú de Kerala, de donde Mirra escapó a los piratas ladronzuelos, para refugiarse en una misión jesuita donde la convirtieron al cristianismo y la bautizaron con el nombre de Catarina de San Juan. Pero para su desgracia los piratas la volvieron a raptar y la entregaron a un mercader en Manila que la llevó hasta tierras de la Nueva España. Al llegar a Acapulco, fue vendida a don Miguel de Sosa, poblano de profesión comerciante en lugar de entregarla a don Diego Carrillo de Mendoza y Pimentel, marqués de Gelves y virrey de la Nueva España en el período 1621-1624, quien, con anterioridad la había encargado para ponerla a su servicio. Don Miguel pagó diez veces el valor de lo que el marqués de Gelves ofreciera por la muchacha.
A Catarina toda la familia de don Miguel de Sosa  la llamaba “chinita”, porque así se usaba llamar de cariño a las sirvientas jóvenes de aquellos tiempos. Todos la querían y era entre sirvienta y ahijada, pues don Miguel  carecía de hijos en quien depositar su amor. En esa casa aprendió el idioma español, pero nunca supo leer ni escribir, no se sabe el porqué; también aprendió a bordar con hilos de seda y a cocinar los diversos platillos mexicanos de la época. Sobresalía por su hermosura y por su peculiar manera de lucir su especial ropa que en un principio debió ser similar al sari de las mujeres hindúes.
Al poco tiempo de vivir con la familia Sosa, en el año de 1624 don Miguel murió, pero por voluntad testamentaria le otorgó la libertad a Mirra, quien quedó libre pero muy pobre. En estas condiciones vivió por un tiempo en la Ciudad de Puebla, hasta que se casó con un esclavo llamado Domingo Juárez perteneciente a la casta de los “chinos” (morisco con española). La pareja vivía en el curato del padre Pedro Suárez, donde Domingo ejercía las tareas necesarias para mantener limpia la iglesia. Catarina lavaba ropa y hacía panecillos para las fiestas eclesiásticas, y tabletas de chocolate que el padre regalaba a los niños que acudían al catecismo. No mucho tiempo después de casada, Domingo murió en la ciudad de Veracruz, y Catarina quedó sola. Para ganarse la vida, la “chinita” hacía enaguas y faldas que vendía en los mercados. En toda Puebla se la conocía como una santa, pues se convirtió en una curandera asombrosa empleando un agua milagrosa que preparaba con agua bendita y cuerno de unicornio.
Poco después, movida por su extraordinaria fe, Catarina ingresó como monja en un convento donde se convirtió en visionaria al afirmar que veía a la Virgen de Guadalupe acompañada de ángeles, que jugaba con el Niño Jesús, que hablaba con una escultura de Jesucristo, y que los unos demonios la acosaban continuamente. A su muerte, en la casa de Hipólito del Castillo y Altra, acaecida el 5 de enero de 1688, a los ochenta y dos años de edad,  se la enterró en el atrio del Templo de la Compañía de Jesús, en la conocida Tumba de la China Poblana. Su testamento enumera las humildes cosas que dejó:
Declaro por mis bienes, los siguientes: un niño Jhs, Pequeñito de talla y seis cuadritos ordinarios colgados en las paredes de mi cuarto. –Una cazuela –Dos o tres libritos de devoción –La ropa de mi uso y ruego al padre Alonso ramos, mi confesor de la religión Sagrada de la Compañía de Jesús y conventual de dicho Colegio, la distribuya y convierta en limosnas entre pobres y para cumplir y ejecutar este mi testamento, en manadas y legados, dejo y nombro por mis albaceas testamentos al dicho padre Alonso Ramos y al bachiller José del Castillo Grajeda, Presbítero y al Capitán don Hipólito del Castillo de Altra.
A la China Poblana se le atribuye el haber creado uno de los trajes típicos de México, aun cuando para algunos investigadores no existe ninguna relación entre el traje de las “chinas” y Catarina de San Juan. Del vestido original de esta dama no quedó ninguna descripción fidedigna, pero la leyenda se la representa vestida de manera muy similar al traje que solían lucir las cortesanas gachupinas, o sea las criollas de los principios del siglo XIX. Así pues, aunque desplazado unos cuantos siglos, el traje de la China Poblana constaba de una camisa de cuello cuadrado, blanca, deshilada, y bordada con hilo de  seda y con chaquiras formando dibujos geométricos y florales. La enagua o castor (tela con la que estaba elaborada y que se empleaba para confeccionar la ropa de las criadas indígenas de casas pudientes) estaba ricamente bordada con canutillo, lentejuela y “camarones” a la manera de la blusa. Debajo de la falda, asomaban unos por abajos (ropa interior que equivale al fondo o combinación) con puntas enchiladas; o sea, que todo el borde estaba adornado con hermosos encajes terminados en pico y que sobresalían de la falda. A fin de sostener el castor y el por abajos, las “chinas” portaban una fajilla en la cintura tejida con la técnica de brocado, podía estar bordada o no, según el gusto de la usuaria. Por supuesto que no podía faltar el rebozo de bolita hecho con seda, con largo y hermoso rapacejo (fleco) anudado preciosa y hábilmente, que servía para cubrir a las “chinas” del frío, a la vez que para lucir hermosas y galanas. Solíase acompañar el traje con una mascada de seda, y relucientes zapatos de raso bordados con hilos de seda. Por supuesto que la China Poblana portaba aretes, pulseras, collares, anillos y demás abalorios, para completar tan barroco atuendo.
La palabra “china” que se le aplicaba a tan santa dama según algunos investigadores proviene de que Catarina era mogola; es decir originaria del Imperio Mongol de la India, estado islámico del subcontinente indio; razón por la cual, los poblanos empezaron a aplicarle el mote de “china” que, por extensión, en México se ha empleado para designar, erróneamente, a todos los orientales. Pero también se dice que Catarina al casarse con el esclavo Domingo Juárez quien como hemos visto pertenecía a una de las castas denominada “china”, recibió de refilón el mote de “china”; versión que parece ser la más acertada.