En la dulce lengua náhuatl al murciélago se le conoce con los
nombres de quimichpapálotl, “ratón mariposa”; y tzicanan, “murciélago”. Su
carácter sagrado ha prevalecido hasta nuestros días en muchas comunidades
indígenas y aún se mantienen vigentes leyendas y mitos en la tradición oral.
Una leyenda mexica narra que Tzinacan, otro
nombre de Quimichpapálotl, nació de la simiente y la sangre que derramó
Quetzalcóatl durante uno de sus auto-sacrificios. Poco después, la Serpiente
Emplumada buscó a la diosa Xochiquetzal y mordió su órgano genital y lo llevó a
manos de los dioses. Del agua con que lo lavaron surgieron múltiples flores de
exquisitos aromas. Los dioses decidieron llevar el órgano a Mictlantecuhtli, el
Señor del Inframundo, quien lo recibió, lo lavó otra vez, y de esa agua sagrada
nació el cempasúchil, la amarilla flor de los muertos.
Otra leyenda nos narra que un día
Quetzalcóatl estaba lavando su divino cuerpo cuando sus manos tocaron su pene y
eyaculó. El semen cayó sobre una roca y de ella nació el murciélago quien se
convirtió en el mensajero de los dioses por excelencia.
Quimichpapálotl estuvo relacionado con los
puntos cardinales, pues fue el genio del este, así como el Ocelotl, jaguar, lo
fue del norte; acipactli, monstruo del agua, representaba al genio del oeste; y
cuautli, el águila, se relacionaba con el sur. Los templos nahuas dedicados
a Tzinacan fueron construidos en forma de herradura, con los altares
ubicados hacia el este, donde se ubicaba el Inframundo. Los sacerdotes solían
invocarlo para curar las enfermedades que pudiesen atacar a sus alumnos y
darles muerte, pues consideraban que el dios tenía el poder de mantener la vida
o de quitarle cortando el hilo invisible que unía el cuerpo con el alma.
En los templos llamados Cuauhcalli de Tenochtitlán,
existía una sala compuesta de dos cuartos secretos: uno circular y otro
rectangular. La sala recibía el nombre de Tzinacalli, La Casa del Murciélago.
En esta sala se efectuaban las ceremonias de iniciación de los guerreros Jaguar
y Águila. En el cuarto rectangular se guindaba un espejo de obsidiana y se
encendía en el fuego una hoguera. El iniciado debía quedarse durante una noche
en esta cuarto oscuro, mirarse en el espejo y resistir. Si aguantaba
verse y esperar, pasaba al cuarto circular donde un sacerdote le prendía fuego
a la imagen del guerrero fabricada en papel amate, hecho que simbolizaba el
paso de las tinieblas a la luz. El candidato debía caminar hasta la luz
de la fogata y decir las palabras: -¡Soy un hijo de la Gran Luz, Tinieblas,
apártense de mí! En ese momento se escuchaba un poderoso batir de alas y
aparecía la sombra de un ser humano con alas de murciélago que intentaba
decapitar al intruso que se había atrevido a invadir sus dominios. Si el
guerrero mostraba miedo, se le abría una puerta por la cual podía salir. En
cambio, si resistía al temor hasta el amanecer y hacía frente a
Quimichpapálotl, la puerta se abría para dar paso a un sacerdote-guerrero que
le daba la bienvenida y le invitaba a entrar al templo, pues había demostrado
su valentía.
Tzinacan, en su calidad de animal sagrado, quedó registrado en
muchos de los códices que han llegado hasta nosotros. Según nos presenta
al murciélago el Códice Borgia (láminas 49 a 52) -o Códice Yoalli Ehecatl,
Noche y Viento- se trata de un animal que arrancaba las cabezas, un
demonio entre los seres fantásticos del bestiario. Se le representa pintado de
verde, en una mano lleva un átlatl, y con la otra le saca el corazón a un
esqueleto rojo con manchas amarillas. Como pectoral tiene una cabeza humana
sangrienta. En la lámina 44 de dicho Códice, el sagrado Murciélago entrega a
Xochiquetzal, diosa de las flores, un corazón humano, acción interpretada
como la entrega de la vida del dios a la diosa, hecho que nos
presenta al murciélago como un dador de vida.
En el Códice Vaticano B de comienzos del
siglo IV, se le representa con una cabeza en las manos, pintada de color rojo,
y con los bordes de los ojos amarillos. Por su vestimenta y actitud
sugiere a un tlacazinacantli, es decir, un hombre disfrazado de murciélago, ya
que debajo de la garra del animal podemos ver una mano humana. Como tocado
lleva una venda en la frente a la manera de dios solar, adornada con un chalchihuite,
piedra verde sagrada, y con una cabeza de ave estilizada que le cae sobre la
frente; a más, luce el gorro cónico de Quetzalcóatl, mitad rojo y mitad negro,
con plumas en la parte de la nuca, por lo que se relaciona con Quetzalcóatl y
el sacrificio.
El Códice Féjévary-Mayer nos muestra un
hombre-murciélago cubierto de piel, con cabeza de murciélago, pintado de verde,
el cabello oscuro, con un escudo en la región occipital, y una pequeña bandera
de papel atributos todos que simbolizan al dios de la muerte. En la mano
derecha lleva una cabeza humana y en la otra un corazón arrancado del pecho de
la víctima.
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