La leyenda de la Atlántida es Universal
y todos los pueblos del mundo aceptan como hecho, la existencia hace milenios y
milenios, de este maravilloso continente cuya cultura dejó escrita en vagos
relatos Homero y los grandes escritores e historiadores de la antigüedad.
El Océano Atlántico se conecta con la
Atlántida, porque se dice y asegura que allí existió este enorme continente
hundido para siempre; Atl, que significa agua en lengua náhuatl, también se
identifica con ese nombre fabuloso Atl-Atlántida y se cree que de allí vino su
voz.
Sin embargo, nadie hasta ahora ha
podido ubicar con certeza el lugar del mar o de la tierra en donde estuvo La
Atlántida, que aseguran fue un país de maravillas, de gran cultura y adelantos
científicos.
Se dice que la raza atlante desapareció
para siempre tragada en forma inmisericorde por las aguas, en medio de un
cataclismo espantoso, tan tremendo y destructor como el mismo diluvio y sin embargo,
relatos y leyendas aventuradas hacen suponer que algunas de las razas y pueblos
que llegaron a Mesoamérica -especialmente la maya-, fueron originarios del
continente perdido.
Esta aseveración se presta a
discusiones y agrias polémicas puesto que asegura que los teotihuacanos fueron
también atlantes y que los olmecas y que los mixtecos y que muchos habitantes
de América, antes de la conquista llegaron de La Atlántida.
El obstáculo principal para aceptar
esta teoría, la presenta el lenguaje, pues la lengua hablada por mayas,
toltecas, mixtecos, zapotecas, totonacas, teotihuacanos y olmecas eran y siguen
siendo distintas y sus culturas también aunque se han encontrado ciertas
semejanzas tanto en sus cuestiones políticas como religiosas. Pero es que tanto
el antropólogo, como el arqueólogo, como el investigador, piensan en La
Atlántida como un solo continente, con una misma cultura y un mismo idioma,
unas mismas costumbres y una sola religión y no hay una cosa más equivocada,
puesto que La Atlántida fue un continente inmenso que se sumergió en las aguas
pero en el cual estaban asentadas varias naciones que hablaban distintas
lenguas y tenían varias costumbres y culturas.
Pueden ser entonces descendientes o
supervivientes de aquellos atlantes, los pueblos que arribaron a Mesoamérica
trayendo sus pasmosas culturas que aún hoy asombran a los más eruditos y los
llenan de interrogantes con respecto a cómo pudieron hacer esto y como lograr a
aquellos prodigios de edificios, de tallado escultórico, de transporte de
pesadísimos monolitos y de material de construcción. Cómo llegaron al
conocimiento de la astronomía y la aritmética, y el calendario y las artes y la
orfebrería.
Aceptado esto, debe echarse por tierra
la idea de que los cultos y maravilloso pobladores de Mesoamérica, no fueron
producto de la evolución, que no saltaron de las chozas o de las tribus nómadas
a un asentamiento cultural asombroso, pus tal cosa no se logra en unos miles de
años.
¿En dónde estuvo y existió pues la
Atlántida?
Cuentan los viejos más viejos que los
viejos, que allá en los tiempos remotos, cuando el mundo y el mar tenían otra
forma, florecieron por el lado Poniente o sea el Mar Pacífico, una formidable
cultura que se localizaba en el Continente de Lemuria. Los lemures fueron tipos
que habían llegado a una casi perfección en leyes, artes, cultura, religión,
sociedad, etc.
Por el lado del Oriente o el pavoroso
Mar Atlántico, estaba el inmenso continente de La Atlántida, en donde también
se había alcanzado un alto grado de madurez cultural, artística, política y de
organización social y religiosa. Se trabajaban los metales preciosos y las
piedras finas.
Entonces ocurrió el más formidable
cataclismo de que se tenga memoria. Se levantaron los mares, se revolvieron las
montañas, se hundieron los continentes y surgieron otras tierras y en medio de
ese caos espantoso, algunos lograron sobrevivir, escapar entre los océanos
tormentosos abordo de bajeles abordados a última hora y con gran premura.
Como es lógico suponer, los lemures
arribaron a las costas de lo que hoy es América, en sus costas del Océano
Pacífico, que desde entonces yace quieto y azul. Llevaron sus costumbres y
cultura y se asentaron en tierras que fueron de Incas, en la Isla de Pascua, a
lo largo de las costas que les brindaron asilo y protección, lugar para un
nuevo asentamiento.
Por el Golfo de México que es hoy,
arribaron varios grupos de La Atlántida, hombres miembros de pueblos de la
misma tierra pero de distintas naciones y esos pueblos se llamaron olmecas,
procedentes de Olman, tierra del hule, los mayas, los totonacas, los mixtecas o
zapotecas. De allí ciertas diferencias étnicas y de lengua y de costumbres, de
cultura. Los teotihuacanos se adentraron hasta el altiplano, por temor a un
nuevo cataclismo que pudiera barrer las costas, buscando la seguridad de una
altura que los mantuviera al margen de un nuevo desastre.
Tal dicen los viejos más viejos que los
viejos, que no dejaron crónicas escritas ni talladas de este suceso, porque
todos estos pueblos lo sabían y conocían. No hay detalles de esta arribazón de
gentes procedentes de La Atlántida y todos son atlantes como hoy pudieran ser
europeos los alemanes, franceses, ingleses, italianos, etc., que no son
idénticos ni en lenguas, ni en costumbres, ni en sangre.
De allí la divergencia también de las
dos culturas correspondientes a las costas americanas, la peruana, la inca, los
viracochas, los gigantes del Machu Pichu, la cultura del valle de Nazca, los
colosales monolitos y construcciones de Tiahuanaco, en fin.
Dicen los viejos más viejos que los
viejos que todo esto sucedió mucho antes de que los chichimecas, los otomíes y
esas tribus nómadas se unieran en un plan belicoso y destructor, para
apoderarse de los grandes centros culturales y religiosos y destruir esas
asombrosas civilizaciones de las que por fortuna aún nos quedan vestigios
sorprendentes.
Esta puede ser la explicación de las
grandes incógnitas de los calendarios, de los numerales, de las cuestiones
astronómicas de cómo pudieron trasladar enormes piedras, bloques, monolitos y
construir altos edificios, haciendo uso de su gran conocimiento de la
hidráulica, de la física, de la mecánica y de todos esos elementos que les
facilitaron esas obras titánicas.
Todo esto cuentan los viejos más viejos
que los viejos y aseguran que lo contaban los olmecas, única raza de la cual no
se conservan escritos, de la que se desconoce su lenguaje y sus caracteres
ideográficos, porque decían con gran razón, que todos los pueblos sabían su
origen, su tragedia y nadie olvidaba el gran cataclismo que los arrojó a estas
playas.
Eran tiempos en que el mar no estaba en
donde está y la tierra tenía diversas formas, unas formas distintas a las
actuales. Esta es la leyenda que se va deformando y olvidando al paso de los
siglos…
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