Este fantástico ritual sus orígenes se remontan hasta la
época prehispánica es conocido mundialmente debido a que en el 2009 fue
nombrado como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.
Cuenta la historia que una fuerte tormenta azoto el territorio conocido como Totonacapan, en lo que
hoy son los estados de Puebla y Veracruz, los sabios ancianos pidieron entonces
a un grupo de jóvenes castos que se internaran en el monte y cortaran el árbol
más alto y recto que encontraran para elaborar una ceremonia complementada con
música y danza en la que se rogara a los dioses por abundantes lluvias desde lo
alto del tronco, para que las oraciones fueran escuchadas. Se dice que el
ritual obtuvo tan buen resultado que comenzó a realizarse año con año, al
inicio de la primavera, para asegurar buenas cosechas gracias a la protección
de sus dioses benefactores.
La ceremonia se ejecuta con cuatro danzantes-voladores
representando a los puntos cardinales
y un “caporal” representando al centro del universo, que subirán a un tronco o
mástil previamente escogido para la ocasión e incrustado en el suelo, en el que
se encuentra una base de madera llamada tecomate, la cual es el aparato
giratorio y principal punto de apoyo de los participantes.
El caporal toca el tambor y una flauta desde lo alto del
mástil mientras realiza una pequeña danza y coordina el ritual, al mismo tiempo
los voladores saltan al vacío sujetados por cuerdas amarradas a su cintura
dando 13 vueltas cada uno, la que multiplicadas por los cuatro hombres-pájaro
dan el número 52, que era el número de años que duraba un siglo en el
calendario prehispánico.
El vuelo de
estos valientes hombres simboliza la caída de la lluvia y su vestimenta está
relacionada con el sol, el arcoíris y la primavera en forma de flores, plantas
y aves bordadas en sus prendas, además de que el color rojo de su indumentaria
simboliza la sangre de los danzantes que han muerto al realizar este ritual
sagrado.
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