En el año 1648, según cuenta la leyenda, se le apareció Dios Niño a un
pastor que estaba en ese momento con su ganado en un pequeño monte, en el
paraje muleño de El Balate.
Este pastor se llamaba Pedro Botía.
Posteriormente ingresó en la orden franciscana, tomando los hábitos en
el convento de Orihuela.
En un viaje a los Santos Lugares, Jerusalén e Italia, se le volvió
a aparecer Dios Niño en Asís, quien le indicó que volviese a España.
Durante el viaje de regreso conoció al Conde de Lemus, éste le introdujo
en la Corte madrileña, así conoció al hermano del rey Carlos II, D. Juan José
de Austria, y llegó a ser su consejero.
Durante los años que permaneció al servicio de ese príncipe, logró la
construcción del Real Monasterio de la Encarnación en su villa natal, habitado
hasta hoy por religiosas de la orden de Santa Clara de Asís.
Comenzaron los cultos al Niño en la ermita levantada próxima al lugar de
la aparición, que no corresponde a la que ahora se visita, la actual fue
edificada a finales del siglo XVIII en estilo Barroco murciano.
La devoción de El Niño comenzó a extenderse por la Región, en especial
por los pueblos del valle del Segura. Desde entonces es esta devoción una
referencia muy significativa de las tierras murcianas.
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