En una ciudad de Coahuila se cuenta una leyenda desde hace mucho
tiempo.
En ella se relata que había una familia de campesinos que se
dedicaban a plantar maíz, calabaza y frijoles. Araban, plantaban y cosechaban
sus productos. Mientras el padre de familia trabajaba junto con la madre y dos
hijos ya mayores, el más pequeño, el benjamín, se quedaba en la casa jugando.
Un
día en que todos estaban trabajando, se dieron cuenta de que Carlitos, el hijo
menor, tenía largo rato que no salía de la casa, como solía hacerlo de vez en
vez para mirar a sus familiares trabajar en la milpa.
Cuando la madre entró a la casa para ver qué pasaba, encontró al
pequeño como pasmado.
Estaba quieto, no oía ni hablaba. Al verlo en ese estado lelo,
la madre fue a traerle un vaso con agua, a ver si así reaccionaba.
Cuando la madre le iba a dar de beber, Carlitos comenzó a llorar
desesperadamente, y le dijo a la mujer que había visto dentro de la casa a un
hombre vestido de fraile, y que cuando trataba de acercarse a la figura ésta
desaparecía para volverse a aparecer.
Nadie
de la familia creyó lo que contó el pequeño. Sin embargo, el hecho sucedió en
muchas ocasiones; ya no solamente se le aparecía al niño, sino a todos cuando
se encontraban reunidos en casa.
Las apariciones del fraile se hicieron continuas e
insoportables, pues todos estaban aterrados, y no sabían qué hacer. En una
ocasión el fraile les dijo con una voz cavernosa que por favor le dedicasen una
misa, pues su alma estaba en pena y no tenía descanso.
Que unos bandoleros le habían matado cuando se dirigía a
entregar a sus superiores las limosnas de todo un año y monedas de oro que un
ricachón había obsequiado a la iglesia.
Los
ladrones le habían robado las limosnas, pero no el oro que llevaba escondido en
la carreta en que viajaba. Se había salvado de milagro.
El fraile les dijo el lugar donde había quedado la carreta y
dónde se encontraban las monedas. Que usaran unas cuantas para pagar las misas,
y que se quedaran con el resto.
Así
lo hizo la familia. Encargaron misas todo un año, para que el religioso
descansara y las horrendas apariciones no volvieron a tener lugar. Con el
dinero compraron una tienda y ganaron mucho dinero. Vivieron felices para
siempre, gracias al alma en pena del buen fraile dominico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario