Un árbol, de bello color gris,
que tenía la capacidad de predecir el futuro, en cierta ocasión predijo que un
terrible monstruo llegaría a la comunidad.
Ante lo dicho, los habitantes se
prepararon militarmente para su llegada, y los guerreros se apostaron en puntos
estratégicos para defender a su pueblo.
Efectivamente, el día señalado
por el Árbol Parlante, una enorme Serpiente apareció por el Norte.
Los valerosos guerreros se
aprestaron para matarla, pero nada pudieron hacer ya que a la terrible
Serpiente las flechas no le entraban, pues sus escamas eran tan fuertes que lo
impedían.
Los guerreros emprendieron la
retirada. Sin embargo, planearon un segundo ataque que se llevó a cabo en un
aguaje. La derrota fue terrible, y costó la muerte de muchos hombres.
El jefe de los guerreros y sus
capitanes, viendo la imposibilidad de hacer frente a la serpiente con su
ejército mermado, solicitaron la ayuda del nigromante llamado Chapulín
Guóchimea. Le enviaron un mensaje con la Golondrina.
La Golondrina salió volando por
los aires, pasó por muchos valles y por muchas montañas, infatigable en su
tarea y sin tener en cuenta su cansancio. Cuando por fin llegó al sitio donde
se encontraba el mago Guóchimea le dijo: -Honorable jefe Chapulín Guóchimea, el
gran guerrero y capitán, junto con los capitanes de las ocho tribus yaquis, te
manda sus saludos, y te pide le ayudes en la difícil tarea de matar a la
gigantesca serpiente, cuya aparición fuera anunciada por al Árbol Parlante.
El nigromante aceptó de
inmediato, y pidió a la Golondrina que transmitiera al jefe su aceptación.
En cuanto el ave partió de
regreso, Guóchimea afiló los serruchos que llevaba en las patas y subió a la
cima de un cerro, donde dijo unas misteriosas y secretas palabras, y saltó
propulsado por sus espolones a una gran distancia que un hombre tardaría en
recorrer doce días.
Con otros enormes saltos más,
llegó al campamento del jefe, mucho antes de que llegase Golondrina. Ahí se
encontraba el jefe rodeado de sus capitanes: El que Lleva la Vía Láctea por
Penacho, Penacho de Nieve, y muchos otros más.
Todos se aprestaron a hacer una
gran fiesta para celebrar la llegada de Chapulín y la aceptación de su ayuda.
Ya terminados los festejos, el
mago pidió que le juntaran muchas hojas verdes y ramas, para que las molieran y
extrajeran el jugo de las hojas. Los guerreros obedecieron inmediatamente.
Pusieron el líquido en un cántaro
y Chapulín pidió que lo untaran en todo su cuerpo; después de bañarlo con el
verdoso líquido, Guóchimea quedó completamente de color verde. En seguida,
ordenó a los hombres que le subieran a la copa de un árbol, para poder ver la
llegada de la Serpiente. El color de su cuerpo se confundía con las hojas del
árbol, estaba camuflajeado perfectamente.
Al poco rato, apareció la
terrible Serpiente, y aunque todo lo observaba con cautela y detenimiento,
nunca vio al mago que se confundía con el follaje. Cuando la Serpiente estuvo
cerca del árbol, Chapulín le dio terribles golpes con sus espolones. Fueron tan
fuertes los golpes, que la cabeza de la enorme Serpiente se desprendió u fue a
dar a cuatro leguas de donde se encontraban.
Todos los guerreros corrieron al
lugar en donde había caído la cabeza. Cuando estaba a punto de morir, dijo con
truculenta voz: - ¡Lo que yo quería era reinar en el territorio de las tribus
de indios yaquis, pero me han derrotado gracias a la ayuda de Chapulín
Guóchimea, pero debo decirles que deben de tener cuidado y deben preparase
militarmente, porque dentro de poco llegarán por el Este y por el Sur unos
hombres blancos con armas desconocidas que son muy poderosas y lanzan fuego.
Solamente podrán vencerlos si les
quitan la armas y combaten con ellas a esos hombres blancos y barbados.
De no hacerlo así, todas las
tribus perderán la libertad y la tierra, y se convertirán en esclavos!
Después de decir esas palabras,
la Serpiente murió y se convirtió en piedra. Lo dicho por ella se cumplió, al
poco tiempo llegaron los españoles y los indios combatieron con sus propias
armas hasta que los vencieron.
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