Cuentan los indios pimas que en el inicio de los tiempos solamente
existía la oscuridad y el agua, todo estaba lleno de agua.
En un momento dado la oscuridad se congeló y surgió el Creador.
Durante un cierto tiempo estuvo dando vueltas por encima del agua;
después, se puso a meditar, a pensar. Sus reflexiones lo llevaron a tener la
certeza de quién era y de lo que debía llevar a cabo.
Así pues, introdujo su mano en su corazón y sacó la vara mágica de la
Creación. El Creador empleó la vara cual si fuera un bastón.
Cuando se formó resina en la parte de arriba del bastón, varias hormigas
se pusieron en ese sitio.
El Creador tomó un poco de resina y con su pie la hizo rodar hasta que
se formó una perfecta pelota, mientras entonaba el siguiente canto:
Chuhwuht
tuh maka-i
Chuhwuht
tuh otan
Chuhwuht
tuh maka-i
Chuhwuht tuh otan
¡Himalo, Himalo!
¡Himalo, Himalo!
Hago el mundo, y veo,
Que el mundo está terminado.
¡Déjalo ir, déjalo ir!
¡Déjalo ir, que empiece afuera!
Mientras el dios Creador cantaba, la pelota de resina se iba haciendo
más y más grande, hasta que llegó a tener el tamaño actual de nuestro mundo, la
Tierra. El dios había creado la Tierra.
Entonces, el Creador tomó una piedra grande y la rompió, los trozos los
lanzó al Cielo y se formaron las estrellas.
Luego, aventó al Cielo otra roca y se formó la Luna; sin embargo, ni las
estrellas ni la Luna producía suficiente luz para alumbrar al mundo.
El Creador tomó dos jícaras de su carne y pensó pensamientos de luz, y
el Sol apareció en el firmamento, pero el Sol estaba inmóvil, no se movía; así
que el Creador lo puso a rebotar como pelota del Este hacia el Oeste, como
hasta ahora lo hace, que nace en el Este y se mete en el Oeste.
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