Cuentan
los antiguos que Tujku Upa Achá fue el dios universal que creó a Kurhika K’eri,
el Gran Fuego quien, en su enorme sabiduría, formó cuatro círculos concéntricos
para que se prendieran en cada uno de los rumbos sagrados: el Norte, el Sur, el
Este y el Oeste.
Asimismo,
dio vida al dios Sol, -por lo tanto creó la luz- Juriata, quien fungió como
padre y vigilante del universo; para que no estuviese solo le dio una esposa,
la diosa Luna, llamada Kutsi, quien estaba encargada de que las plantas
germinasen y que los animales y los humanos nacieran.
De la
unión marital del Sol y la Luna, se generaron tres círculos concéntricos que
dieron vida a la Madre Naturaleza, Kuerajperi, la cual tenía como símbolo un
disco de oro, diosa sumamente sabia que dio vida a la Armonía y a Venus,
representados por: Mano Napa, “el hijo movimiento”, también conocido por Mano
Uajpa, “el hijo único”; Sirunda Arhani “pintarse de color negro”; Uaxanoti, el
que se sentaba en el patio de los tlatoanis a esperar órdenes; y K’uanari, “cara
de piedra preciosa”.
El dios
Kurhika K’eri, el Gran Fuego, le arrojó rayos a Kuerajperi, la Naturaleza, en
la frente, el corazón, el vientre, y las manos. Con estos rayos la diosa
resultó embarazada, y así surgieron los árboles, los lagos, las montañas, las
flores, y los mares; poco después nacieron los animales y, por último, vieron
la luz los humanos, quienes recibieron el nombre de Purépecha. Todos los
elementos de la Naturaleza la diosa los alumbró encima de la Tierra.
Los
Tirhipemencha fueron espíritus de los puntos cardinales y el agua, simbolizada
por hermosas nubes. El grupo de los Tirhipemancha estaba formado por Chupi
Tirhipeme, Tirhipemi Kaheri, Tirhipemi Xungápeti, Tirhipeme Kuarecha; y
Tirhipeme Turupten.
El
primero, el Señor de la Lluvia Azul, se encontraba al Centro del territorio
purépecha, en la isla de la Pacanda.
El
segundo, El Gran Señor de la Lluvia Negra, vivía en el Sur, en Pareo.
El
tercero, El Señor Amarillo de la Lluvia, se encontraba en el Norte, en
Pechátaro.
El
cuarto, El Señor Rojo de la Lluvia, se asentaba en el Este, en Kuriangaro. El
quinto, El Señor Blanco, habitaba el Oeste, en Urámuko. Otros dioses habían
sido creados por los dioses principales: Kuiris Tukupacha, el dios Pato, Tsukur
Aue, La que Brota en el Fondo del Agua, Patsim Auae, y la Tía de los Tules.
Nana
Kuerajperi, venerada sobre todo en Zinapécuaro, fue la diosa fecunda y
engendradora de la fuerza del universo de todos los tiempos, que fungía como
una deidad psicopompe entre el dios Kurika K’eri y los mortales. En el Cielo se
presentaba como la constelación Tam Hoskua, Cuatro Estrellas, (Cruz de Mayo)
morada de los cuatro dioses principales, el lugar donde nace el equilibrio y la
armonía del universo entero.
Kurhika
K’eri, Juariata, y Kurhika K’eri El Nieto, fueron dioses celestes, estrellas
conocidas en occidente como la constelación de Tauro.
Dicha
constelación tenía la forma del utensilio que los sacerdotes empleaban para
manejar el Fuego Sagrado, que recibía el nombre de Parahtakukua.
El Gran
Sacerdote del Fuego, Kurhita Kaheri, fue el nombre que los purépecha dieron a
Venus, el Lucero de la Mañana, también llamado Ureende Kuahuekara, El que Va
Adelante.
He aquí
la cosmovisión celestial de los purépecha.
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