Cuando
por cosas del destino el dios Quetzalcóatl tuvo que dejar Tula para ir a
Tlapallan, quemó sus casas de plata y concha, enterró sus efectos valiosos,
convirtió los árboles de cacao en mezquites, y envío a que le precedieran todos
los pájaros de bellas plumas.
Primero
llegó a Quauhtitlan, donde había un árbol enorme, se sentó a su sombra y pidió
a sus sirvientes un espejo para contemplarse.
Al verse
exclamó: -¡Dioses, qué viejo estoy! Enojado, apedreó al árbol, y al lugar lo
nombró, Huehuequauhtítlan, “el lugar del árbol viejo”.
Siguió
su camino, y cuando se sintió cansado se sentó en una piedra y la tocó: en ella
quedaron marcadas sus manos y sus nalgas. Lloró de tristeza por abandonar Tula
y la piedra se horadó con sus lágrimas.
Al lugar
lo llamó Temacpalco. Continuó andando hasta que llegó a un río ancho; ordenó
que se edificase un puente y por él atravesó el río: el lugar tomó el nombre de
Tepanoayan.
Siguió
caminando y se encontró con unos magos que le preguntaron hacia dónde se
dirigía, si pensaba dejar Tula. La Serpiente Emplumada respondió que su partida
era necesaria que nadie podría impedirlo y que se dirigía hacia Tlapallan,
porque había sido llamado por el Sol.
Los
magos le dijeron que podía continuar su camino, pero lo despojaron de sus
plumas y piedras preciosas, de la plata, y de la madera; Quetzalcóatl las echó en
una fuente, a la que llamó Cozcaapan.
Llegó a
Cochtocan, donde le salió otro mago que le preguntó hacia dónde se dirigía.
Quetzalcóatl respondió: -A Tlapallan. El nigromante le felicitó y le dio a
beber una jícara con pulque.
Pero la
Serpiente Emplumada rechazó la bebida que tantos dolores de cabeza le habían
dado anteriormente, y era la causa de su exilio. Pero como el mago insistiera,
al dios no le quedó más remedio que beberlo con una caña; se emborrachó y se
quedó dormido en el camino roncando muy fuerte. Cuando se despertó lleno de
resaca, se mesó los cabellos con las manos, por ello el sitio se llamó
Cochtocan.
Al pasar
entre el Volcán y la Sierra Nevada, sus sirvientes, que eran enanos y
concorvados, se murieron todos de frío. Llorando, cantando y suspirando de
tristeza por la muerte de sus queridos sirvientes, Quetzalcóatl, miró a la
sierra llamada Poyautécatl, que estaba por Tecamachalco.
Al
llegar a otro lugar, el dios mandó construir un juego de pelota, Tlachtli, en
medio de la cancha del juego de pelota pintó una raya, tlécotl, donde se abrió
la tierra a gran profundidad. Tiró una flecha a un árbol llamado pochotl, y la
flecha y el árbol formaron una cruz. Además construyó casas debajo de la tierra
y el lugar fue llamado Mictlancalco. Para tapar el lugar, Quetzalcóatl colocó
una piedra muy grande que podía mover con su dedo meñique, pero si alguien más
trata de hacerlo ahora no puede moverla, es imposible.
A cada
monte, cerro o sierra que pasaba la Serpiente Emplumada les iba poniendo su
respectivo nombre.
Cuando
llegó a orillas del mar, construyó una balsa de serpientes que se llamó
Coatlapechtli, se metió en ella, se sentó, y se fue navegando por la mar hasta
que llegó a su destino: Tlapallan.
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