viernes, 5 de febrero de 2016

EL ÉAWALI



Cuentan los abuelos huicholes que antes de que en el mundo hubiese hombres y mujeres, existían unos seres que se llamaban éawali.

Cuando los dioses crearon a los seres humanos los éawali no desaparecieron sino adoptaron forma de animales como el zorro, el tecolote, la paloma, el pájaro metate, y otros más.

Todos los éawali están directamente asociados con la muerte.

Cuando no se convierten en animales, los éawali se transforman en torbellinos que hablan producidos solamente durante el día.

Por la noche, estos seres fantásticos se vuelven vampiros y acuden a las casas de los enfermos para comerles el corazón y beber su sangre.

Andrea tenía ocho años, vivía con su madre y su padre que era marakame, curandero, de su comunidad de Jesús María.

Un día la niña enfermó, se había caído en un charco de agua apestosa, y aunque su madre la bañó con agua caliente, la arropó y dio a beber un té para calentarla, al anochecer Andrea tenía cuarenta grados de fiebre y tiritaba.

Andrés, su padre, el marakame, aplicó todos sus conocimientos para aliviarla, pero la chiquilla no respondía.

Después de varios rituales de sanación, acompañados con rezos, cantos, e infusiones de yerbas secretas que no sirvieron para nada, una noche Andrés decretó que lo que tenía su niña era muy serio, y que al otro día pediría la ayuda de otro marakame que vivía en el siguiente pueblo.

El padre y la madre apagaron las velas y se dispusieron a dormir. Al día siguiente, Andrés se levantó muy tempranito y lo primero que hizo fue ir a ver como seguía su hija. ¡Cuál no sería su sorpresa que se encontró con el cuerpo de Andrea abierto por el pecho y carente de corazón; su morena cara estaba lívida exangüe completamente! Andrés, deshecho de la pena,  se dio cuenta de que un éawali había entrado por la noche convertido en vampiro y se había comido el corazón de su pobre niña bebiéndose toda su joven sangre.

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