Las fiestas religiosas relacionadas
con Jesucristo se enmarcan dentro de dos ciclos. El primero comprende el tiempo
de la Natividad que da inicio con el Adviento, continúa con la celebración de
las Posadas, el Nacimiento del Salvador, la Epifanía o Adoración de los Reyes
Magos y termina con la Candelaria o Fiesta de la Purificación de la Virgen
María, que tiene lugar el 2 de febrero. El segundo ciclo hace referencia
a la Pasión y Muerte de Cristo. Comienza con el Carnaval, prosigue con la etapa
de la Cuaresma dentro de la que se cuenta al Miércoles de Ceniza, y culmina con
la Semana Santa o Semana Mayor.
El vocablo cuaresma deriva del latín quadragésima,
que significa cuarenta o cuarentena. Dentro de la tradición judeo-cristiana, el
número cuarenta es sagrado y pleno de intenciones simbólicas. Muchos de los
acontecimientos relatados en el Antiguo y el Nuevo Testamento contenidos en la
Biblia, están regidos por períodos de cuarenta días o años. Por ejemplo, el
famoso Diluvio Universal consignado en el Génesis y considerado por Jehová como
instrumento para castigar la maldad y perversión humanas, duró cuarenta días y
cuarenta noches. El mismo número de días el pueblo judío estuvo errando por el
desierto conducido por Moisés, huyendo de la furia del faraón egipcio, hasta
que llegaron a la Tierra Prometida, después de vivir durante cuatrocientos
treinta años en las negras tierras de Egipto.
Cuando Jehová entregó a Moisés el
Decálogo o Tablas de la Ley, el patriarca estuvo cuarenta días en el Monte
Sinaí, consagrado al ayuno y a la meditación, hasta que descendió portando en
sus manos los Mandamientos de la Santa Ley, que guardó en el Arca de la
Alianza, hermoso cofre de fina madera revestida de oro, depositado en el
Tabernáculo es decir, el santuario portátil que los Hijos de Israel llevaban
consigo en el desierto.
Por haberse inclinado al ejercicio de
prácticas paganas, alejadas de la Ley de Dios, Jehová castigó a los israelitas
con cuarenta años de esclavitud bajo la férula de los filisteos, hasta que
fueron liberados por Sansón, uno de los principales jueces judíos, famoso por
su enorme fuerza que provenía de sus largos cabellos. Para llevar a cabo su
hazaña, Sansón mató a los filisteos con una quijada de burro, derribó sus casas
y los palacios donde habitaban los príncipes. Asentados ya en la Tierra
Prometida, los judíos nombraron su rey a Saúl, a quien sucedió David, hijo de
José de la tribu de Judea. David dio muerte al gigante Goliat, filisteo que constantemente
molestaban a los judíos con sus ataques. El reinado de David duró cuarenta
años, durante los cuales extendió las fronteras de Palestina y conquistó
Jerusalén. Le sucedió Salomón, su hijo, quien mandara construir el Templo de
Jerusalén y escribiera tres libros inmortales: El Eclesiastés, Proverbios y el
Cantar de los Cantares. Su sabio gobierno duró cuarenta años.
Elías, el profeta de Jehová y
consejero del rey y del pueblo, fue perseguido por el rey Acad por anunciar su
desastroso final y por haber dado muerte a los sacerdotes del dios fenicio
Baal. Para escapar a la furia del rey, Elías huyó y caminó durante cuarenta
días hasta llegar al Monte Horeb, a fin de esconderse en una cueva.
A su vez, otro profeta, Jonás,
desobedeció la orden de Jehová de predicar en la ciudad de Nínive. Como castigo
el barco en el que navegaba naufragó y a él se lo tragó una ballena. Jonás
vivió en el vientre del animal durante tres días, fue perdonado por Dios y,
obediente, retomó su camino hacia Nínive donde predicó cuarenta días antes de
pronosticar destrucción por corrupta e idólatra.
En el Nuevo Testamento, el número cuarenta aparece ligado a la vida de
Jesucristo, pues igual cantidad de días debieron transcurrir desde el
nacimiento de Cristo hasta su presentación en el templo y la ceremonia de
purificación de su madre la Virgen María.
Asimismo, cuarenta días El Salvador
permaneció en el desierto en completo ayuno y dedicado a la meditación, con el
propósito de purificarse y entregarse a la predicación.
El rito de la Cuaresma comenzó a
celebrase durante el siglo IV, bajo el papado de Gregorio Magno, Padre de la
Iglesia, como homenaje a los cuarenta días que Jesús ayunara en el desierto.
Además se la consideraba como un período de preparación religiosa de los catecúmenos,
es decir, de aquellos que se aprestaban a recibir el bautismo como muestra de
su deseo de pertenecer a la Iglesia Católica.
La Cuaresma es el lapso especialmente
dedicado a la preparación espiritual para recibir la Pascua de Resurrección.
Por lo tanto conlleva una extrema penitencia y ayunos antaño muy rigurosos, ya
que de los siglos VII al IX, estuvo prohibido estrictamente ingerir cualquier
tipo de alimento antes de la puesta del sol e incluso los fieles estaban
obligados a restringir su sueño, alejarse de las diversiones y mantener un
extremo.
La austeridad de la Cuaresma de los
primeros tiempos, nos dice Antonio García Cubas, consistía en:
La
abstinencia de carne, huevos leche y vino y en comer una sola vez al día,
después de vísperas, o sea, por la tarde. Esta costumbre prevaleció hasta el
siglo XIII. Los de la iglesia de Oriente, fueron más estrictos que los latinos,
pues limitaban sus alimentos a pan y agua, frutas secas y legumbres. En el
siglo XII los latinos agregaron a la comida algunas conservas, permitiéndoseles
en la noche tomar agua y poco vino, corto refrigerio al que se dio nombre de
colación.
En 1762, el Papa Clemente XIII,
concedió la facultad de comer durante la Cuaresma huevos, manteca, queso
y otros lacticinios y también carne, con excepción de los primeros cuatro
días, de los miércoles, viernes y sábado y de toda la Semana Santa. Pero
imponía a todos los que usasen de esa gracia, el deber de observar la ley del
ayuno con una sola comida y a los ricos, además, el de distribuir limosnas a
los pobres. Esa gracia siguió ampliándose por los sumos pontífices,
reduciéndose las excepciones a sólo el Miércoles de Ceniza, los viernes y los
cuatro últimos días de la Semana Santa.
Hoy en día el Ayuno cuaresmal da
inicio el Miércoles de Ceniza, a fin de completar los cuarenta días, pues se
exceptúan los domingo por ser el día del Señor. La abstinencia se ha concretado
a no comer carne los viernes de Cuaresma sino pescado, aun cuando los católicos
más ortodoxos guardan todos los días del período cuaresmal. El Nuevo Ordo de
los rituales de Semana Santa, dicta que los ayunos terminen a la media noche
entre el Sábado Santo y la Doménica de Pascua.
No hay comentarios:
Publicar un comentario