En 1965, don Humberto Medina Duarte,
funcionario del Banco Agrario, decidió construir una casa para su familia en
Itzimná, justo en la frontera con la colonia México, cerca de lo que hoy es
Gran Chapur.
Cada sábado acudía a pagarle la
"raya" a los albañiles, hasta que un día encontró solo al
contratista.
"Se fueron todos los albañiles
porque aquí en su terreno hay aluxes", le advirtió al señor Medina,
indicando que en las noches les daban de pedradas y hacían otras maldades.
Don Humberto Medina desestimó los
hechos descritos como "ignorantadas" y le ordenó al contratista que
armara otra cuadrilla, con la cual se repitió el mismo fenómeno 4 o 5 semanas
después.
Finalmente, un tercer equipo de
albañiles logró acabar la obra. El contratista le insistió que hiciera algo,
llamar a un sacerdote maya o católico, pero Medina no hizo caso y se mudó a su
nueva residencia con sus suegros, su esposa y sus tres hijos.
No mucho después, el suegro perdió el
control de su vehículo en una curva de la carretera de Campeche y murió. Casi
exactamente dos años después, su esposa murió a causa de un paro cardíaco por
el rumbo de Cordemex. 2 años más, el señor Medina falleció.
Otros dos años pasaron, cuando uno de
los hijos, Gabriel, regresaba de México en ADO cuando un anciano le pide
cambiar de lugar con él porque las luces de adelante le impedían dormir.
Momentos después el camión chocó con un tráiler y Gabriel salió disparado. Fue
el único pasajero en morir.
Dos años más, y otro de los hijos,
Humberto, fallece en la carretera a Progreso. Iba con 7 acompañantes y, al
igual que su hermano, fue la única víctima fatal.
De nuevo dos años pasan y Adela
Alfaro, la suegra del señor Medina, cae y muere.
"David el último hijo vive en
México y no viene a Mérida ni de casualidad"
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