Hace mucho tiempo, durante la prehistoria; cuando
el hombre todavía no aprendía a hablar, cuando el hombre aun no había
descubierto el fuego y andaba de un lado para el otro de la tierra.
El clan de los Pai Pai se detuvo sobre la planicie
de Xakitubxool, que significa agua ruidosa. Xakitubxool era una planicie
rodeada de grandes pinos y de las más variadas plantas para alimentarse por
cientos de años. A cinco leguas de camino había un lago con una pequeña cascada
donde los animales del lugar y los primeros hombres iban a beber.
Todo parecía pintado por la mano de dios para que
esos antiguos hombres conocieran el paraíso, a no ser por Xalkutaat el
monstruo con dientes de fuego. Quien devoraba a todo ser viviente que se
atreviera a invadir su territorio, primeramente avanzaba rapidísimo sobre su
presa escupiendo fuego, enseguida lo llevaba a su cueva para despedazarlo y
finalmente devorarlo sin compasión. Los hombres más adiestrados para la caza de
animales se habían animado para matarlo sin tener suerte, todos terminaban
siendo devorados por el monstruo.
También los hombres guerreros lo habían intentado,
pero el miedo al fuego de la bestia los hacia paralizarse de miedo. Al pasar
unos cuantos días, la población disminuía cada vez más hasta que apareció un
niño de doce años de edad, hijo de un gran cazador que había perdido a sus
padres y abuelos en la expedición por acabar con Xalkutaat.
Se trataba de Pies Ligeros, niño escurridizo y
valiente que había decidido ir a enfrentar al monstruo, originalmente
haciéndose acompañar por su amigos, quienes habían terminado regresando a sus
casas en cuanto vieron las huellas de Xalkutaat en las orillas del lago.
Pies Ligeros continúo la travesía cargando sobre su
espalda arco y flechas, caminando sin hacer ruido confundiéndose con las
ramas del bosque, cómo su nombre lo indica con pies ligeros a cada paso.
Confiaba en su gran velocidad para correr y en su tino con la flecha.
Después de caminar unas horas por el prado se
encontró con el lago y la cascada, bebió del agua del lago y se baño en la
cascada para demostrar que no tenía miedo. Enseguida, caminó sigilosamente
hasta la entrada de la cueva donde dormía Xalkutaat. El viento soplaba con gran
fuerza, así que el mounstro no lo podía oler. Desde ahí pudo observar todos sus
rasgos que lo llenaban de misterio, sus alas negras y enormes, sus ojos rojos y
su gran lengua de fuego.
En cuanto estuvo a la distancia indicada para
disparar preparó la flecha, la afilo con una roca, tenso su arco y apunto al
pecho de Xalkutaat. Disparó su flecha clavándosela en las costillas, Xalkutaat
pegaba unos enormes sonidos de dolor: ¡Grrrr….¡ Mientras se convertía en una
auténtica bola de fuego y avanzaba rápidamente para devorar a quien lo había
herido.
El muchacho comenzó a correr a toda prisa, y cómo
era muy veloz; avanzó una gran distancia. Cuando se sintió a salvo volteó para
atrás y la bola de fuego seguía corriendo en dirección hacia donde estaba él.
Pies Ligeros volvió a correr aún más rápido para
escapar de Xalkutaat en dirección hacia dónde se oculta el sol, más
adelante volvió a mirar atrás y se dio cuenta que la nube de llamas seguía tras
de él. Su huida duró todo el día, había corrido durante 24 horas corriendo
hasta que llegó el siguiente día.
Se detuvo de nuevo y se dio cuenta que Xalkutaat
estaba a unos metros de distancia, sacando a todo lo largo su lengua de fuego
hasta tocar su flecha, que la dejo encendida, pies ligeros tomó otra de sus
flechas y a punto al centro de su boca. Estiro su arco y disparó con todas sus
fuerzas llevando en la memoria a todos aquellos que Xalkutaat había devorado.
Esta vez, la flecha había cruzado el cuello del monstruo dejando un enorme hoyo
por donde salía fuego.
Xalkutaat comenzó a volar desesperado dando vueltas
por todos lados hasta que las llamas fueron haciéndose cada vez más pequeña
hasta perderse en el horizonte. En ese momento, Pies Ligeros tomó cómo un
trofeo la flecha aun encendida que Xalkutaat había tocado con su lengua de
fuego para ir a anunciar su triunfo. -¡Lo mate¡ ¡Lo mate¡ He matado al
monstruo.
Pies Ligeros corrió sin parar hasta llegar con su
tribu y les contó a los demás niños lo ocurrido. -Mate al monstruo, he
matado al monstruo. Sino me creen vamos a la cueva-.
Todos lo pobladores notaron tan convencido a pies
ligeros que lo acompañaron hasta la cueva donde alguna vez habitó Xalkutaat,
había en el interior de la cueva restos de huesos humanos, pies, manos, dedos;
cabezas, y los cadáveres de las victimas. Esa misma noche hicieron una
ceremonia en honor a ese niño valiente que los había librado para siempre de
Xalkutaat y le había entregado el fuego a los hombres.
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